Debido a una gravísima falta de inspiración, falta de ganas, falta de seguidores, falta de esperanza, decepción tanto tecnológica como humana, inoperancia, impotencia y otras tantas cosas, este blog se encuentra temporalmente suspendido, por no decir que este blog fué abandonado.
Tal vez anticipando un futuro gris, llenando páginas en un diario de mierda, al que debo acceder muy seguramente no por mis capacidades (las cuales serían, más que nada, un impedimento para trabajar), sino por algún golpe de suerte, ruego o contacto... Tal vez por todo eso, mi inspiración se ha desvanecido progresivamente, tal vez por esperar demasiado de la vida y de la gente (regla de oro del buen solitario). El círculo vicioso de la inoperancia en la que se basa mi existencia no puede competir contra los tiempos del pim pam pum en el que nos movemos. Cada día estoy más seguro de que soy un hombre que debió haber nacido hace mil años, o dentro de mil años... eso nunca lo sabré.
Mientras tanto, sigo perdiendo esperanzas y los restos de creatividad, residuos, de los que (tal vez en un exceso de ego, segunda regla de oro) creo que algún día tuve. Trataré de comprar un lugar preestablecido en esta red, y, probablemente, nos volveremos a ver, en situaciones menos agradables.
La esperanza, lamentablemente, es lo último que se pierde. El optimismo de una vida insufrible me sigue dando arcadas, y trato de rechazarlo. Pero al perder toda fe, como un efecto rebote, y una cruel ironía, nos lleva a, nosotros los solitarios, ilusionarse ante cada palabra, cada gesto, cada sonrisa, cada contacto fugaz. Por ello, tercera regla de oro: ni el más escéptico de los solitarios puede dejar de creer siempre en, al menos, una sonrisa, y recordarla siempre con felicidad y dolor. Disfrazados o desnudos, aceptamos esa sonrisa como lo que es: un relfejo, nítido, de lo que siempre quisimos ser, y no tuvimos el valor para decírnoslo.
Auf Wiedersehen...
Tal vez anticipando un futuro gris, llenando páginas en un diario de mierda, al que debo acceder muy seguramente no por mis capacidades (las cuales serían, más que nada, un impedimento para trabajar), sino por algún golpe de suerte, ruego o contacto... Tal vez por todo eso, mi inspiración se ha desvanecido progresivamente, tal vez por esperar demasiado de la vida y de la gente (regla de oro del buen solitario). El círculo vicioso de la inoperancia en la que se basa mi existencia no puede competir contra los tiempos del pim pam pum en el que nos movemos. Cada día estoy más seguro de que soy un hombre que debió haber nacido hace mil años, o dentro de mil años... eso nunca lo sabré.
Mientras tanto, sigo perdiendo esperanzas y los restos de creatividad, residuos, de los que (tal vez en un exceso de ego, segunda regla de oro) creo que algún día tuve. Trataré de comprar un lugar preestablecido en esta red, y, probablemente, nos volveremos a ver, en situaciones menos agradables.
La esperanza, lamentablemente, es lo último que se pierde. El optimismo de una vida insufrible me sigue dando arcadas, y trato de rechazarlo. Pero al perder toda fe, como un efecto rebote, y una cruel ironía, nos lleva a, nosotros los solitarios, ilusionarse ante cada palabra, cada gesto, cada sonrisa, cada contacto fugaz. Por ello, tercera regla de oro: ni el más escéptico de los solitarios puede dejar de creer siempre en, al menos, una sonrisa, y recordarla siempre con felicidad y dolor. Disfrazados o desnudos, aceptamos esa sonrisa como lo que es: un relfejo, nítido, de lo que siempre quisimos ser, y no tuvimos el valor para decírnoslo.
Auf Wiedersehen...