Soy el sol, soy la tierra
soy el hijo y el heredero
Soy el sonido, soy ella.
Soy la ansiedad que transpira
tu lengua esperando
que no llegue
hoy
Soy
el temor
de tus ojos cerrados
anticipando un
no
nosotros
mañana
Mi nombre es Halo
cuando brillo
las estrellas guardan silencio.
Mi nombre es Halo
soy más que sol
ilumino
si estás.
Mostrando entradas con la etiqueta La escuela del estilo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta La escuela del estilo. Mostrar todas las entradas
domingo, 10 de agosto de 2014
domingo, 1 de junio de 2014
República Popurrí de China
Una chica
checa
me dijo
que en China han caído ovnis del cielo
y yo que no veo
todo lo que creo
fui hasta allá a comprobarlo.
China queda tan cerca de mi
como vos del
yo que
murió.
Te invito
te insisto
suelo ponerme
medio boludo cuando me obsesiono.
Los chinos son hermosos,
(y muchos pero)
¿cuántos se fueron al cielo?
(Hay mucho de todo
pero siempre hay más muertos
chinos)
La lógica de las mujeres es simple:
'hoy
me desvirgué con el paraguas.
Y me mojé igual...'
Y me volví de China
para contarte chismes
y vos estabas allá
buscándote.
checa
me dijo
que en China han caído ovnis del cielo
y yo que no veo
todo lo que creo
fui hasta allá a comprobarlo.
China queda tan cerca de mi
como vos del
yo que
murió.
Te invito
te insisto
suelo ponerme
medio boludo cuando me obsesiono.
Los chinos son hermosos,
(y muchos pero)
¿cuántos se fueron al cielo?
(Hay mucho de todo
pero siempre hay más muertos
chinos)
La lógica de las mujeres es simple:
'hoy
me desvirgué con el paraguas.
Y me mojé igual...'
Y me volví de China
para contarte chismes
y vos estabas allá
buscándote.
viernes, 14 de marzo de 2014
Mis palabras hoy
Usted no me va a entender
porque no quiero que me entienda
si usted me entendiera
es porque no hice
mías las palabras
Es porque mis palabras
aún serían suyas
(y de aquel)
y a través de este acto
formal
hoy
me detengo
aquí
alzando la voz
y declaro
Estas palabras son mías
hable después de mí
y no se atreva a responderme.
Si en cambio usted quiere
charlar amistosamente
la invito a venir otro día.
Recto
o cruzado,
hoy me levanté así
y quiero transformar la canción
en hierro
y cortar el viento con
mi saliva
Digo
mañana
el sol no renacerá
Ande usted
no sea impaciente.
¿Qué es un día en la vida?
Vuelva mañana,
después de todo siempre
es mejor
un fascismo
de opereta.
porque no quiero que me entienda
si usted me entendiera
es porque no hice
mías las palabras
Es porque mis palabras
aún serían suyas
(y de aquel)
y a través de este acto
formal
hoy
me detengo
aquí
alzando la voz
y declaro
Estas palabras son mías
hable después de mí
y no se atreva a responderme.
Si en cambio usted quiere
charlar amistosamente
la invito a venir otro día.
Recto
o cruzado,
hoy me levanté así
y quiero transformar la canción
en hierro
y cortar el viento con
mi saliva
Digo
mañana
el sol no renacerá
Ande usted
no sea impaciente.
¿Qué es un día en la vida?
Vuelva mañana,
después de todo siempre
es mejor
un fascismo
de opereta.
domingo, 9 de marzo de 2014
Olvidar
¿Hacia dónde quieres escapar? Te has vuelto animal para aprender a olvidar. Hay líneas sin relleno, formas vacías para abandonar tu razón. Nos abraza el mismo frío y compartimos la misma piel. Enséñame a ser animal, olvidar mi razón; y te enseñaré a amar como aman los niños, ajenos al tiempo.
¿Hacia dónde quieres escapar? Para vivir entre dos mundos hay que olvidar el miedo (sin hacernos indiferentes).
Y en ese juego, amigo, ambos estamos muy lejos de Dios.
Amén.
¿Hacia dónde quieres escapar? Para vivir entre dos mundos hay que olvidar el miedo (sin hacernos indiferentes).
Y en ese juego, amigo, ambos estamos muy lejos de Dios.
Amén.
Etiquetas:
La escuela del estilo,
Los errores de Dios
martes, 18 de febrero de 2014
Emboscados
volvimos
a lo que abandonamos
para observar:
Un tinte en cada segundo
el llanto de la luz
paredes sangrando
vida
en cada escombro
la belleza del olvido
el silencio cómplice de
nuestras voces
la pena de un violín
la voluntad
de distraernos
eterna.
para abrazar el futuro
atrevete a mutar
para mutar
olvidá el futuro.
de espaldas al cielo
abrazo tu ida
y ella
a hierro nace
a hierro crece
¿muere?
a lo que abandonamos
para observar:
Un tinte en cada segundo
el llanto de la luz
paredes sangrando
vida
en cada escombro
la belleza del olvido
el silencio cómplice de
nuestras voces
la pena de un violín
la voluntad
de distraernos
eterna.
para abrazar el futuro
atrevete a mutar
para mutar
olvidá el futuro.
de espaldas al cielo
abrazo tu ida
y ella
a hierro nace
a hierro crece
¿muere?
miércoles, 5 de febrero de 2014
El último sueño
La abrazó por última vez y se dirigió a su habitación. Estaba cansado de abrazar el aire. De esperar un beso aliviador y sincero. Pero eso jamás sucedería y ya no dependía de ella. Todo se centraba en él: esperaba algo que ya no quería esperar. Las palabras nunca desnudaron a nadie. Por primera vez en esos días, entonces, optó por callar. Dicen que todo duele menos cuando se arranca de un manotazo.
Recuerdo un texto de Borges sobre la muerte. Si hubiera estado con nuestro protagonista en su momento, se lo hubiera dicho. Si pudiera, a través de mi relato, que rememora sus días, decirle lo que dijo Borges, tal vez hubiera ayudado. Tal vez no. Lo que Borges decía sobre la muerte era que es mejor que no avise cuando llega. O no. Creo que decía todo lo contrario, que se muere mejor cuando avisa. O no. Todo con sus palabras, claro, más rebuscado, más intelectual, más profundo. Nunca me gustó mucho Borges. Pero eso no importa, lo que importa es lo que Borges dijo de la muerte. Creo que había dicho que uno siempre sabe cuándo va a morir, en algún nivel de su espíritu. Sí, creo que dijo eso. En todo caso, si eso es lo que dijo, no me sirve. No tiene nada que ver con lo que le pasa a nuestro personaje de hoy. No se lo hubiera dicho, y no cambiaría nada. Por eso perdonen la intromisión, vuelvo a la historia, que tampoco es tan larga.
Decidió no preguntarle más nada. Algunas cosas es mejor ignorarlas. Pero las preguntas son obreras sádicas. Pequeñas, sutiles pero afiladas. Son el torno del dentista que te hacen sentir el dolor más agudo del mundo. Son una operación con una anestesia que nunca llegó a hacer efecto, que lo tienen a uno en la camilla, sintiendo el dolor, pero sin las fuerzas necesarias para levantarse y decirle al cirujano “pará che, tu anestesia no sirve”. Pero así, fue como despertó de la peor pesadilla. No como quien salta de la cama vestido para seguir viviendo. Lo que él hizo fue despertar, luchar contra el sueño más envolvente de todos, el peor narcótico, el peor viaje de todos. Fue el acto más heroico jamás contado.
Así se levantó de su posición, sin mirar atrás. Saltó y tal vez la asustó a ella. Se dirigió a su antigua habitación y comenzó a sacar, agitadamente, lo que quedaba de él aun allí. Sería el último día. No sé cuánto tiempo estuvo sacando sus pertenencias (que ya no quedaban tantas), pero en un momento cesó de abrir y cerrar puertas y cajones, para girar su cabeza hacia atrás, y ver si ella estaba. Nadie. Otro golpe. Los segundos golpes son los que despabilan por completo. Es el segundo golpe que da el partero al recién nacido el que lo hace llorar y respirar. Hay un dicho que dibujaba la situación: “Donde todo acaba, todo comienza”. Y si no lo hay, debería haberlo. Lo hay, lo hay. Pero no es un dicho, es más bien un cliché. Pero los clichés, por serlo, no dejan de ser ciertos. Por algo una situación se ha repetido tantas veces hasta que se convierte en cliché. Lo que él estaba viviendo en ese momento, era el instante, el punto muerto donde todo acaba, pero que todavía no ha empezado a ser nada. No se va para adelante ni para atrás, no hay aceleración, desaceleración, ni siquiera velocidad. Es el instante mudo, la vida suspendida, el sol del mediodía.
En un silencio de pueblo fantasma, cerró su valija. Respiró como agarrando el aire con las manos y empujándolo hacia sus fosas nasales. Hasta la atmósfera esta pausada. Cuando abrió la puerta de la habitación y estaba decidido a correr hacia la calle sin prestar atención a nada, una imagen se construyó ante sus ojos. Un sueño que toma vida, que se hace al tacto. Un holograma espeso. Un sueño en vigilia. El último sueño.
El mundo que conocía estaba agitándose. No eran metáforas, vio cómo el planeta, de un extraño color ocre, ámbar y tonos de marrón, estaba transformándose. La imagen era clara, los continentes estaban volviendo a ser uno; África y Europa volvían hacia América, Oceanía volvía a ser consumido por Asia, desaparecieron los mares divisores, todo era un solo pedazo inmenso de tierra sin interrupciones, y un titánico Océano Único. Y en su cuerpo aparece una nueva ansiedad, inédita, pero que lo seguía de algún modo desde el vientre: era una ansiedad de apetito, sus dientes transpiraban, sus mandíbulas lujuriosas, su boca se llenaba de saliva, lista para digerir. Su espíritu estaba hambriento, ya no quería vivir al borde de la energía cero, quería abarcarlo todo, perderlo todo, para volver a ganar, sucesivamente. Sus ojos sonreían, iba a vomitar un charco de podredumbre, que quedaría allí, fuera de su cuerpo, para siempre.
El mundo volvió a ser uno, las placas continentales no podían juntarse más, la materia estaba apelmazada, la masa saturada, no cabía un átomo nuevo, todas las jugadas posibles estaban allí en su interior. Ya sólo quedaba un paso, era lanzar los dados para ver qué números salían, y luego danzar, danzar con los compases que mostraran las caras. Los continentes volverían a formarse. ¿Qué extrañas formas llegarían a componer? Los caprichos del azar son infinitos, y todo podría pasar, sin que él, ni nadie, tuvieran la más mínima idea del futuro. Esto, lejos de consternarlo como otras veces, lo llenaba de placer, tenía una expectativa visceral ante lo que estaba por suceder.
¿Y si volvían a la misma forma de siempre? Un África, un Asia, Un Europa, Un América, un Oceanía. La idea volvió a desesperarlo. ¡No! Pronto espantó esas imágenes del pasado delante de sus ojos, como quien espanta una mosca. Era imposible. Los continentes serían completamente novedosos, porque siempre lo habían sido. ¿O acaso pensamos que la Tierra se formó de una vez y para siempre con la forma que conocemos? ¡Ilusos! El planeta no ha dejado de inventar nuevos dibujos, sus continentes no han dejado de chocarse para volver a empezar una y otra vez. Siempre distintos. El momento era inminente.
Entonces despertó.
El sueño se fue con sus imágenes. Se perdió de ver la nueva formación continental. También guardó su vómito junto con el acto formal de nunca más volver. Ni ella, ni los mundos estaban allí. Sólo su cama y los molestos rayos de sol que se escurrían vaya uno a saber por dónde. ¿Por qué tuvo que despertar? ¿Por qué no continuaba el sueño? Algo le impedía concluirlo todo allí, de manera perfecta, en el mundo de los sueños, donde damos las pinceladas sin saber los colores que elegimos, pero somos el único artista con la fórmula del cuadro final. Ahora estaba despierto, en una vida no más real, pero sí más compleja. Con el pecho entumecido y con montón de palabras por decir. ¿Cómo continuarían los continentes? El sueño había acabado, pero no quería perderse la nueva formación. No lo haría.
Si no, ¿por qué habría despertado?
Recuerdo un texto de Borges sobre la muerte. Si hubiera estado con nuestro protagonista en su momento, se lo hubiera dicho. Si pudiera, a través de mi relato, que rememora sus días, decirle lo que dijo Borges, tal vez hubiera ayudado. Tal vez no. Lo que Borges decía sobre la muerte era que es mejor que no avise cuando llega. O no. Creo que decía todo lo contrario, que se muere mejor cuando avisa. O no. Todo con sus palabras, claro, más rebuscado, más intelectual, más profundo. Nunca me gustó mucho Borges. Pero eso no importa, lo que importa es lo que Borges dijo de la muerte. Creo que había dicho que uno siempre sabe cuándo va a morir, en algún nivel de su espíritu. Sí, creo que dijo eso. En todo caso, si eso es lo que dijo, no me sirve. No tiene nada que ver con lo que le pasa a nuestro personaje de hoy. No se lo hubiera dicho, y no cambiaría nada. Por eso perdonen la intromisión, vuelvo a la historia, que tampoco es tan larga.
Decidió no preguntarle más nada. Algunas cosas es mejor ignorarlas. Pero las preguntas son obreras sádicas. Pequeñas, sutiles pero afiladas. Son el torno del dentista que te hacen sentir el dolor más agudo del mundo. Son una operación con una anestesia que nunca llegó a hacer efecto, que lo tienen a uno en la camilla, sintiendo el dolor, pero sin las fuerzas necesarias para levantarse y decirle al cirujano “pará che, tu anestesia no sirve”. Pero así, fue como despertó de la peor pesadilla. No como quien salta de la cama vestido para seguir viviendo. Lo que él hizo fue despertar, luchar contra el sueño más envolvente de todos, el peor narcótico, el peor viaje de todos. Fue el acto más heroico jamás contado.
Así se levantó de su posición, sin mirar atrás. Saltó y tal vez la asustó a ella. Se dirigió a su antigua habitación y comenzó a sacar, agitadamente, lo que quedaba de él aun allí. Sería el último día. No sé cuánto tiempo estuvo sacando sus pertenencias (que ya no quedaban tantas), pero en un momento cesó de abrir y cerrar puertas y cajones, para girar su cabeza hacia atrás, y ver si ella estaba. Nadie. Otro golpe. Los segundos golpes son los que despabilan por completo. Es el segundo golpe que da el partero al recién nacido el que lo hace llorar y respirar. Hay un dicho que dibujaba la situación: “Donde todo acaba, todo comienza”. Y si no lo hay, debería haberlo. Lo hay, lo hay. Pero no es un dicho, es más bien un cliché. Pero los clichés, por serlo, no dejan de ser ciertos. Por algo una situación se ha repetido tantas veces hasta que se convierte en cliché. Lo que él estaba viviendo en ese momento, era el instante, el punto muerto donde todo acaba, pero que todavía no ha empezado a ser nada. No se va para adelante ni para atrás, no hay aceleración, desaceleración, ni siquiera velocidad. Es el instante mudo, la vida suspendida, el sol del mediodía.
En un silencio de pueblo fantasma, cerró su valija. Respiró como agarrando el aire con las manos y empujándolo hacia sus fosas nasales. Hasta la atmósfera esta pausada. Cuando abrió la puerta de la habitación y estaba decidido a correr hacia la calle sin prestar atención a nada, una imagen se construyó ante sus ojos. Un sueño que toma vida, que se hace al tacto. Un holograma espeso. Un sueño en vigilia. El último sueño.
El mundo que conocía estaba agitándose. No eran metáforas, vio cómo el planeta, de un extraño color ocre, ámbar y tonos de marrón, estaba transformándose. La imagen era clara, los continentes estaban volviendo a ser uno; África y Europa volvían hacia América, Oceanía volvía a ser consumido por Asia, desaparecieron los mares divisores, todo era un solo pedazo inmenso de tierra sin interrupciones, y un titánico Océano Único. Y en su cuerpo aparece una nueva ansiedad, inédita, pero que lo seguía de algún modo desde el vientre: era una ansiedad de apetito, sus dientes transpiraban, sus mandíbulas lujuriosas, su boca se llenaba de saliva, lista para digerir. Su espíritu estaba hambriento, ya no quería vivir al borde de la energía cero, quería abarcarlo todo, perderlo todo, para volver a ganar, sucesivamente. Sus ojos sonreían, iba a vomitar un charco de podredumbre, que quedaría allí, fuera de su cuerpo, para siempre.
El mundo volvió a ser uno, las placas continentales no podían juntarse más, la materia estaba apelmazada, la masa saturada, no cabía un átomo nuevo, todas las jugadas posibles estaban allí en su interior. Ya sólo quedaba un paso, era lanzar los dados para ver qué números salían, y luego danzar, danzar con los compases que mostraran las caras. Los continentes volverían a formarse. ¿Qué extrañas formas llegarían a componer? Los caprichos del azar son infinitos, y todo podría pasar, sin que él, ni nadie, tuvieran la más mínima idea del futuro. Esto, lejos de consternarlo como otras veces, lo llenaba de placer, tenía una expectativa visceral ante lo que estaba por suceder.
¿Y si volvían a la misma forma de siempre? Un África, un Asia, Un Europa, Un América, un Oceanía. La idea volvió a desesperarlo. ¡No! Pronto espantó esas imágenes del pasado delante de sus ojos, como quien espanta una mosca. Era imposible. Los continentes serían completamente novedosos, porque siempre lo habían sido. ¿O acaso pensamos que la Tierra se formó de una vez y para siempre con la forma que conocemos? ¡Ilusos! El planeta no ha dejado de inventar nuevos dibujos, sus continentes no han dejado de chocarse para volver a empezar una y otra vez. Siempre distintos. El momento era inminente.
Entonces despertó.
El sueño se fue con sus imágenes. Se perdió de ver la nueva formación continental. También guardó su vómito junto con el acto formal de nunca más volver. Ni ella, ni los mundos estaban allí. Sólo su cama y los molestos rayos de sol que se escurrían vaya uno a saber por dónde. ¿Por qué tuvo que despertar? ¿Por qué no continuaba el sueño? Algo le impedía concluirlo todo allí, de manera perfecta, en el mundo de los sueños, donde damos las pinceladas sin saber los colores que elegimos, pero somos el único artista con la fórmula del cuadro final. Ahora estaba despierto, en una vida no más real, pero sí más compleja. Con el pecho entumecido y con montón de palabras por decir. ¿Cómo continuarían los continentes? El sueño había acabado, pero no quería perderse la nueva formación. No lo haría.
Si no, ¿por qué habría despertado?
martes, 21 de enero de 2014
Casi en blanco
Fotografía: Sofía Valle
Y en la última hora de luz, bajábamos esperando que desaparezca la multitud. Sus voces aún jugaban, entre las grietas de los ladrillos. Las calles vacías se ruborizaban de nuestros secretos, y ya no había espacio para risas. Latidos.
Jugar a la soledad de a dos, confiando a la vez, en que la tierra nunca mostrará huellas. En que las pisadas nunca cesarán. Que la soledad no sea tal que no haya oídos para escuchar.
Como a un extraño. Quiero que me vuelvas a buscar. Y vencer, como el agua, toda resistencia.
Siempre es más fácil llegar cuando no conocemos el camino de regreso.
domingo, 22 de diciembre de 2013
A veces es tarde
Viniste a buscarme en un sueño
intransitable en las últimas horas
de una noche que amagaba
a cerrar
dejándonos en medio de
en medio de.
Hechos de hilos
puros blancos desaliñados
en el frío amasador
de un techo de chapas
y con el temor de
el temor de.
La música da un giro inesperado
para volver a vernos
cobijándonos en el destierro
en la madre
de todos nuestros deseos.
¿Deseas salir invicta?
¿cómo jugar sin mancharnos?
¿cómo jugar sin marcharnos?
sin traernos del pasado...
intransitable en las últimas horas
de una noche que amagaba
a cerrar
dejándonos en medio de
en medio de.
Hechos de hilos
puros blancos desaliñados
en el frío amasador
de un techo de chapas
y con el temor de
el temor de.
La música da un giro inesperado
para volver a vernos
cobijándonos en el destierro
en la madre
de todos nuestros deseos.
¿Deseas salir invicta?
¿cómo jugar sin mancharnos?
¿cómo jugar sin marcharnos?
sin traernos del pasado...
viernes, 20 de diciembre de 2013
Caramelera
Palabra de invierno
crea
sueños en exceso.
Crece
inevitable de amor
el aire que frágil
respiras.
crea
sueños en exceso.
Crece
inevitable de amor
el aire que frágil
respiras.
martes, 12 de noviembre de 2013
Despertar
las moscas
el cerdo
la carne
tu miedo
tu peor miedo
puedes bailar
seguirá
puedes llorar
seguirá
en la carne
seguirá
solo ha sido un sueño
somos niños
los cerdos mueren
la carne muere
pero nosotros
nosotros
somos eternos
anoche tuve un sueño
todo por crearse
lunes, 4 de noviembre de 2013
Afuera de la boca
Parece esa una cómoda silla,
casi que no veo sus ojos, pero usted
no cesa de ver.
Juzgar
cosa fácil
desde arriba
todos puntos
iguales
Lo
la
le
invito a bajar,
pero lentamente.
Y no se anuncie,
que ya aburre.
Pero lentamente.
casi que no veo sus ojos, pero usted
no cesa de ver.
Juzgar
cosa fácil
desde arriba
todos puntos
iguales
Lo
la
le
invito a bajar,
pero lentamente.
Y no se anuncie,
que ya aburre.
Pero lentamente.
Cuando sea grande
Hagamos siesta en masa
no importa el lugar
juntemos nuestros sueños
el tuyo, el mío, el de aquel.
Y qué si no alcanzan
almohadas y colchones
después de todo
¿no estamos hechos de piel?
Hagamos siesta en masa
no importa a quien traés.
Ojo, no te asustes,
no pido más que una siesta
(incluye abrazo y cucharita)
No importa el lugar
si babeás o si roncás
entre todos nos
vamos a ayudar.
'Yo quiero ser bombero'
'yo quiero ser médico'
'yo quiero un uniforme para partir cabezas como melones'
'yo quiero esclavizar a media humanidad'
'yo quiero ser abogada'
'en nombre de Dios, yo quiero hablar'
Y todavía se ríen,
cuando a la siesta me quiero dedicar.
No importa que hora sea,
no importa el lugar.
No importa con quién vengas,
si roncás o si babeás.
Hagamos siesta en masa,
el mundo necesita
fuera de hora
descansar.
no importa el lugar
juntemos nuestros sueños
el tuyo, el mío, el de aquel.
Y qué si no alcanzan
almohadas y colchones
después de todo
¿no estamos hechos de piel?
Hagamos siesta en masa
no importa a quien traés.
Ojo, no te asustes,
no pido más que una siesta
(incluye abrazo y cucharita)
No importa el lugar
si babeás o si roncás
entre todos nos
vamos a ayudar.
'Yo quiero ser bombero'
'yo quiero ser médico'
'yo quiero un uniforme para partir cabezas como melones'
'yo quiero esclavizar a media humanidad'
'yo quiero ser abogada'
'en nombre de Dios, yo quiero hablar'
Y todavía se ríen,
cuando a la siesta me quiero dedicar.
No importa que hora sea,
no importa el lugar.
No importa con quién vengas,
si roncás o si babeás.
Hagamos siesta en masa,
el mundo necesita
fuera de hora
descansar.
lunes, 28 de octubre de 2013
Seguir siendo
No puedo ser el único. Si he perdido la razón, quisiera no estar solo y que alguien me diga, desde el otro lado de la cordura, del delgado y multicolor hilo de la cordura: “Te entiendo un poquito”. ¿Cuán rápido va todo? Acaso la velocidad es tal que no podemos frenar sin sentir nauseas. Pues ya ve, hace tiempo que bajé un pie y sólo contengo todo este bilis con Dramamine.
Una vez subí, allí, casi tan alto como pude imaginarlo. No soporté lo suficiente la soledad y la espesa oscuridad del silencio. Así es como bajé, con ojos sobre mi cabeza y un juicio para todos. Me burlé de los oídos sordos, y de las danzas repetitivas. El golpe fue inmediato, y mi nariz sangró, cálida y lentamente, como si el jugo no quisiera abandonar mi cuerpo.
Volví a subir, pero arrastrándome. La tierra se sentía cerca de mis entrañas, raspaba, y otra vez la sangre fluía al ritmo del pulso, de un color animal. Mastiqué raíces y me abrigué de hojas secas. Mentiría si dijera que lo disfruté. El destierro es un castigo humano. Pero tenemos espíritus retorcidos, ¿por qué hay que infligirse dolor para darnos cuenta de que estamos vivos?
Vivos como ayer, vivos como mañana. Pesa mucho tanta vida, tan repleta a cada instante. Insufrible es el tránsito de vidas interminables, el comercio de almas que eternamente danzan en un espacio ridículamente reducido. Al calor de los latidos, al color de la sangre.
Una vez subí, allí, casi tan alto como pude imaginarlo. No soporté lo suficiente la soledad y la espesa oscuridad del silencio. Así es como bajé, con ojos sobre mi cabeza y un juicio para todos. Me burlé de los oídos sordos, y de las danzas repetitivas. El golpe fue inmediato, y mi nariz sangró, cálida y lentamente, como si el jugo no quisiera abandonar mi cuerpo.
Volví a subir, pero arrastrándome. La tierra se sentía cerca de mis entrañas, raspaba, y otra vez la sangre fluía al ritmo del pulso, de un color animal. Mastiqué raíces y me abrigué de hojas secas. Mentiría si dijera que lo disfruté. El destierro es un castigo humano. Pero tenemos espíritus retorcidos, ¿por qué hay que infligirse dolor para darnos cuenta de que estamos vivos?
Vivos como ayer, vivos como mañana. Pesa mucho tanta vida, tan repleta a cada instante. Insufrible es el tránsito de vidas interminables, el comercio de almas que eternamente danzan en un espacio ridículamente reducido. Al calor de los latidos, al color de la sangre.
domingo, 20 de octubre de 2013
Color calor
No hay frío,
solo calor dormido.
Nunca soñé el final
de la pesadilla
(y así comienza)
Polillas vuelven
polillas vuelen.
La ciudad es suya, calor, color.
Fibras, deliciosas fibras.
Hay más para ver
en los colores gastados, calor, color.
Calor,
perdoname para siempre.
Calor,
no vuelvas a dormir
jamás.
solo calor dormido.
Nunca soñé el final
de la pesadilla
(y así comienza)
Polillas vuelven
polillas vuelen.
La ciudad es suya, calor, color.
Fibras, deliciosas fibras.
Hay más para ver
en los colores gastados, calor, color.
Calor,
perdoname para siempre.
Calor,
no vuelvas a dormir
jamás.
jueves, 17 de octubre de 2013
Estremecidos
Lo primero que ves detrás del cristal no pueden ser reflejos de los días que pasaron. Tras las puertas de todo aquello que soñamos se esconde un sonido, una progresión que intentamos descifrar. ¿Terminará alguna vez este desfile de animales disfrazados de dioses? Somos lo bastante sencillos como para dejarnos llevar por la opereta, pero complejos como demonios. Así olvidamos que somos espectadores en un cohete que nunca partió, pero que no cesa de avanzar, y de volver.
Se avecina algo nuevo, algo que fue dibujado como las olas en el mar. Una nueva generación de niños sentirá el calor, mezclado con suaves brisas de litoral. Nos enseñarán a palpar la luz solar, y beber de la luna. ¿Cuando se cansarán de la libertad? Cuando hablar sea una elección, y no una necesidad. Es tiempo de atraparnos unos a otros. Es tiempo de atrapar el tiempo.
Aceptémoslo. Somos menos que bestias, cuando se trata de vivir. Asusta, saber que el aire está repleto, y las sombras se disfrazan, para dejar de seguirnos. Asustan las palabras, que viajan más rápido que la saliva.
Lo sublime es hacer todo con nada.
Estremecidos, queremos vivir. Delante y detrás del cristal.
Se avecina algo nuevo, algo que fue dibujado como las olas en el mar. Una nueva generación de niños sentirá el calor, mezclado con suaves brisas de litoral. Nos enseñarán a palpar la luz solar, y beber de la luna. ¿Cuando se cansarán de la libertad? Cuando hablar sea una elección, y no una necesidad. Es tiempo de atraparnos unos a otros. Es tiempo de atrapar el tiempo.
Aceptémoslo. Somos menos que bestias, cuando se trata de vivir. Asusta, saber que el aire está repleto, y las sombras se disfrazan, para dejar de seguirnos. Asustan las palabras, que viajan más rápido que la saliva.
Lo sublime es hacer todo con nada.
Estremecidos, queremos vivir. Delante y detrás del cristal.
jueves, 3 de octubre de 2013
¿Pueden ver?
Cuando pudimos comunicarnos con palabras.
¿Cuándo?
Cuando escuchamos el fluir de la sangre.
¿Cuándo?
Cuando volveré sobre mis pasos.
Cuando animados tentamos a Dios
a beber de nuestros humores.
Cuando, te diré.
Cuando comprendas,
que soy un pobre infeliz,
y otra cosa
no quiero
ser.
Cuando veas
que elijo
temblor,
por paciencia.
palabras
por piel.
¿Cuándo?
Cuando escuchamos el fluir de la sangre.
¿Cuándo?
Cuando volveré sobre mis pasos.
Cuando animados tentamos a Dios
a beber de nuestros humores.
Cuando, te diré.
Cuando comprendas,
que soy un pobre infeliz,
y otra cosa
no quiero
ser.
Cuando veas
que elijo
temblor,
por paciencia.
palabras
por piel.
martes, 24 de septiembre de 2013
Habló mañana
No.
La verdad es que no.
Algunas palabras
no se dejan acentuar.
Creí conocer tus ojos;
pero todo acaba
en el filo de ayer.
Cansate conmigo.
Para descansar
habrá otras vidas.
Al menos alguien
podrá decir
que conoce
tus ojos.
La verdad es que no.
Algunas palabras
no se dejan acentuar.
Creí conocer tus ojos;
pero todo acaba
en el filo de ayer.
Cansate conmigo.
Para descansar
habrá otras vidas.
Al menos alguien
podrá decir
que conoce
tus ojos.
domingo, 22 de septiembre de 2013
No te abras más
Hechos de escamas,
para nosotros es desertar.
Pestañas de mar nos abrazan.
¿Alguna vez me escuchaste rugir?
Como juegan las sombras allí,
dentro de las pestañas del mar.
Y vos que estás,
dispuesta a pagar por el desierto.
¿Otra vez me vas a llamar?
Susurrando
poesía
cruda.
Lo más interesante,
está por allí abajo.
Casi oculto...
No quiero meterme en nada
que pueda ver
a simple
vista.
lunes, 5 de agosto de 2013
Lo que soy
Treinta minutos me bastaron, para saber que no podría dormir más. Con nuevas energías, tal vez bastó ese tiempo para conectarme con la parte oscura, la cara invisible, aquel mundo único en el que es posible hacer todo con nada. Aquí ha quedado todo por digerir. Y dioses viejos. Viejos y cansados.
El aire se ha tornado un tanto viciado. Por un humo que de ningún lado procede. ¿Cuán permeable fue mi cabeza? ¿Cuánto de aquel mundo oscuro dejé penetrar en el nuestro? Debo controlar mis sueños. Por algún hueco se filtra cierta luz de la noche: La ciudad nunca descansa, y así me lo hace saber.
Giro, y a mi derecha, descansa, con un sueño tan pesado que tanto más la hunde en el colchón. Una idea grosera recorre lentamente mi mente, pero no puedo descifrarla. Mi boca está inquieta, siento que mastico algo, pero la cavidad está completamente vacía. Abundante saliva segregan mis glándulas que saben, más que yo, que algo está por suceder.
Tiemblo. Como un imberbe. Una inteligencia primitiva me dice que no moleste a la bestia. Pero el calor de mi cuerpo se ha adelantado y, entre gotas de sudor, aceleran mis manos. Despego de la cama bruscamente, tal vez porque así la despierte y me ahorre el futuro. Pero no. Sigue dormida. Nunca dos ojos descansaron tanto.
Enciendo la luz del baño, necesito quitar este demonio de mí. Bebo agua helada para lubricar mi razón. Grave error, como si hubiera bebido combustible, emprendo decidido la marcha. Me arrojo a su lado, rodeado del más espeso silencio. Mis manos se detienen frente a su rostro. No volverá a ser el mismo. Ni lo que soy, seré. Tiemblo tanto. Un sabor amargo recorre mi boca.
Un instante de vida detenido. Sólo su respiración empuja al tiempo a seguir. Ya estamos en esto.
Agarro violentamente su boca. Mis manos cubren todo su rostro. Despierta, sin embargo, lenta y suavemente: alguien en sus sueños le habló del futuro. Parece reír, pero sus labios no se mueven. En un signo alentador de vida, deja de respirar. La beso y me deja hacerlo. Trágica, como perdonándome todo aquello que no controlo, pero sin comprometerse con todo aquello.
Entre una fina música mis latidos se elevan y el humo la desnuda, alguien hace lo mismo conmigo y la piel deja de ser una frontera. Todo lo que tenemos dentro escapa sin que podamos evitarlo. La golpeo. Una y otra vez. Agarro sus pelos y tiro hasta arrancarlos. Sus ojos evidencian lágrimas de dolor y me incitan a más. Sus uñas se clavan profundos centímetros en mi carne. Un dolor insoportable recorre mi médula. La habitación cobra luz, una luz cegadora que nos da un golpe de realidad tan potente que no lo absorbemos.
De vuelta en la oscuridad, siento el cálido recorrido de la sangre en las sábanas, mis manos pegajosas y el líquido brillando en su cara. Lo que no soy, seré. Esto no durará mucho más. Arranco con mis pocas uñas la piel de su rostro. Es una tarea fatigosa, no se desprende fácilmente. Ella deja de gritar. Fue allí cuando noté que antes lo hacía. La piel queda bajo mis uñas. La quiero al fin desnuda, de una vez y para siempre, definitivamente. ¿Cómo alcanzar la desnudez total? Debajo de su rostro hay más y más carne. Y la sangre…
Continúo, preguntándome hasta cuándo, sin que me repugne. Por ello reían sus ojos. Se trata de una bestia sin fondo. Resiste mis embates como el mismísimo diablo. Allí tuve una visión desgarradora: lo que fue, volvería a ser. Regenerándose mediante un nauseabundo mecanismo biológico de subsistencia. Cansado de mis inútiles manos, muerdo toda su piel. Mis dientes comienzan a arrancar los pedazos de carne cruda. Nunca comí humanos, hasta allí.
¿Hasta allí? No puedo darme respuestas, los humanos tienen fondo. Ella no.
Sin darme por vencido golpeo cada vez más fuerte. Sus espinas atraviesan mis manos de lado a lado, y hasta bebe de mi sangre, el dolor es insoportable. Sus ojos se tornaron vacíos, dentro de aquellas inmensas pupilas tal vez pudiera volver a ese mundo en que, de la nada, todo nace. ¿Cómo podré volver? Así, cada vez más, se descarría la voluntad de mis sueños.
Las arremetidas finales no encuentran carne que cortar. Me desinflo entre espasmos y toda la vida que agitaba mi cuerpo se escurren con mi libido. Finalmente, esta intimidad tan de dos que fue en un principio, se transforma en pantallazos de un circo que me tiene como figura central. Vuelvo de un golpe a la oscuridad, mientras los violines tocan la melodía más visceral jamás tocada.
Sin soportar más el peso del aire, me dejo caer, como un prenatal, en las sábanas saturadas de sangre. Mientras ella, como una madre que todo lo perdona, me abraza con mantas limpias y me consuela.
Porque vuelvo a dormir, como si nunca hubiera despertado. Porque al final, lo que fui, soy.
El aire se ha tornado un tanto viciado. Por un humo que de ningún lado procede. ¿Cuán permeable fue mi cabeza? ¿Cuánto de aquel mundo oscuro dejé penetrar en el nuestro? Debo controlar mis sueños. Por algún hueco se filtra cierta luz de la noche: La ciudad nunca descansa, y así me lo hace saber.
Giro, y a mi derecha, descansa, con un sueño tan pesado que tanto más la hunde en el colchón. Una idea grosera recorre lentamente mi mente, pero no puedo descifrarla. Mi boca está inquieta, siento que mastico algo, pero la cavidad está completamente vacía. Abundante saliva segregan mis glándulas que saben, más que yo, que algo está por suceder.
Tiemblo. Como un imberbe. Una inteligencia primitiva me dice que no moleste a la bestia. Pero el calor de mi cuerpo se ha adelantado y, entre gotas de sudor, aceleran mis manos. Despego de la cama bruscamente, tal vez porque así la despierte y me ahorre el futuro. Pero no. Sigue dormida. Nunca dos ojos descansaron tanto.
Enciendo la luz del baño, necesito quitar este demonio de mí. Bebo agua helada para lubricar mi razón. Grave error, como si hubiera bebido combustible, emprendo decidido la marcha. Me arrojo a su lado, rodeado del más espeso silencio. Mis manos se detienen frente a su rostro. No volverá a ser el mismo. Ni lo que soy, seré. Tiemblo tanto. Un sabor amargo recorre mi boca.
Un instante de vida detenido. Sólo su respiración empuja al tiempo a seguir. Ya estamos en esto.
Agarro violentamente su boca. Mis manos cubren todo su rostro. Despierta, sin embargo, lenta y suavemente: alguien en sus sueños le habló del futuro. Parece reír, pero sus labios no se mueven. En un signo alentador de vida, deja de respirar. La beso y me deja hacerlo. Trágica, como perdonándome todo aquello que no controlo, pero sin comprometerse con todo aquello.
Entre una fina música mis latidos se elevan y el humo la desnuda, alguien hace lo mismo conmigo y la piel deja de ser una frontera. Todo lo que tenemos dentro escapa sin que podamos evitarlo. La golpeo. Una y otra vez. Agarro sus pelos y tiro hasta arrancarlos. Sus ojos evidencian lágrimas de dolor y me incitan a más. Sus uñas se clavan profundos centímetros en mi carne. Un dolor insoportable recorre mi médula. La habitación cobra luz, una luz cegadora que nos da un golpe de realidad tan potente que no lo absorbemos.
De vuelta en la oscuridad, siento el cálido recorrido de la sangre en las sábanas, mis manos pegajosas y el líquido brillando en su cara. Lo que no soy, seré. Esto no durará mucho más. Arranco con mis pocas uñas la piel de su rostro. Es una tarea fatigosa, no se desprende fácilmente. Ella deja de gritar. Fue allí cuando noté que antes lo hacía. La piel queda bajo mis uñas. La quiero al fin desnuda, de una vez y para siempre, definitivamente. ¿Cómo alcanzar la desnudez total? Debajo de su rostro hay más y más carne. Y la sangre…
Continúo, preguntándome hasta cuándo, sin que me repugne. Por ello reían sus ojos. Se trata de una bestia sin fondo. Resiste mis embates como el mismísimo diablo. Allí tuve una visión desgarradora: lo que fue, volvería a ser. Regenerándose mediante un nauseabundo mecanismo biológico de subsistencia. Cansado de mis inútiles manos, muerdo toda su piel. Mis dientes comienzan a arrancar los pedazos de carne cruda. Nunca comí humanos, hasta allí.
¿Hasta allí? No puedo darme respuestas, los humanos tienen fondo. Ella no.
Sin darme por vencido golpeo cada vez más fuerte. Sus espinas atraviesan mis manos de lado a lado, y hasta bebe de mi sangre, el dolor es insoportable. Sus ojos se tornaron vacíos, dentro de aquellas inmensas pupilas tal vez pudiera volver a ese mundo en que, de la nada, todo nace. ¿Cómo podré volver? Así, cada vez más, se descarría la voluntad de mis sueños.
Las arremetidas finales no encuentran carne que cortar. Me desinflo entre espasmos y toda la vida que agitaba mi cuerpo se escurren con mi libido. Finalmente, esta intimidad tan de dos que fue en un principio, se transforma en pantallazos de un circo que me tiene como figura central. Vuelvo de un golpe a la oscuridad, mientras los violines tocan la melodía más visceral jamás tocada.
Sin soportar más el peso del aire, me dejo caer, como un prenatal, en las sábanas saturadas de sangre. Mientras ella, como una madre que todo lo perdona, me abraza con mantas limpias y me consuela.
Porque vuelvo a dormir, como si nunca hubiera despertado. Porque al final, lo que fui, soy.
miércoles, 31 de julio de 2013
In verso
La guerra toca mi mano, antes de que
la cosa empiece a andar,
una boca encontraré
bajo las sombras.
Una vez más.
Una vez más.
Por favor, no lleguen hasta el hígado.
La vida hoy comienza,
no tengan miedo.
Amigo, no temas al ayer.
No doy más que,
solamente,
una moneda.
La navidad no es graciosa.
Es una carga pesada:
Las bombas explotan más allá.
Sola, alma de tambor.
Toda de azul.
Fue.
la cosa empiece a andar,
una boca encontraré
bajo las sombras.
Una vez más.
Una vez más.
Por favor, no lleguen hasta el hígado.
La vida hoy comienza,
no tengan miedo.
Amigo, no temas al ayer.
No doy más que,
solamente,
una moneda.
La navidad no es graciosa.
Es una carga pesada:
Las bombas explotan más allá.
Sola, alma de tambor.
Toda de azul.
Fue.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)