domingo, 22 de diciembre de 2013

A veces es tarde

Viniste a buscarme en un sueño
intransitable en las últimas horas
de una noche que amagaba
a cerrar
dejándonos en medio de
en medio de.

Hechos de hilos
puros blancos desaliñados
en el frío amasador
de un techo de chapas
y con el temor de
el temor de.

La música da un giro inesperado
para volver a vernos
cobijándonos en el destierro
en la madre
de todos nuestros deseos.

¿Deseas salir invicta?
¿cómo jugar sin mancharnos?
¿cómo jugar sin marcharnos?
sin traernos del pasado...

viernes, 20 de diciembre de 2013

Caramelera

Palabra de invierno
crea
sueños en exceso.
Crece
inevitable de amor
el aire que frágil
respiras.

domingo, 24 de noviembre de 2013

K

Sólo un gran artista
sabe darse el derecho a aburrirse.

martes, 19 de noviembre de 2013

J

Desde aquí voy a cambiar el mundo.
Sólo necesito un patrocinador...

domingo, 17 de noviembre de 2013

Absoluto infinito

Todos tan iguales, que podríamos hacer un grupo, el único.
O tan distintos, que debiéramos hacer miles de millones.

No hay lugar para intermedios.

viernes, 15 de noviembre de 2013

I

No hay nada,
pero nada,
que el fuego no solucione.

Es un arte
como desdecirse en el perdón.

H

Hablar es tiranizar.
Sólo la poesía puede
hacer del hierro piel
de la palabra canción.

martes, 12 de noviembre de 2013

Despertar

las moscas
el cerdo
la carne

tu miedo
tu peor miedo

puedes bailar
seguirá

puedes llorar
seguirá

en la carne
seguirá

solo ha sido un sueño
somos niños

los cerdos mueren
la carne muere

pero nosotros
nosotros 
somos eternos

anoche tuve un sueño
todo por crearse

martes, 5 de noviembre de 2013

G

Los perros ladran por temor,
yo ya no quiero tener más miedo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Afuera de la boca

Parece esa una cómoda silla,
casi que no veo sus ojos, pero usted
no cesa de ver.

Juzgar
cosa fácil
desde arriba
todos puntos
iguales

Lo
la
le
invito a bajar,
pero lentamente.

Y no se anuncie,
que ya aburre.

Pero lentamente.

Cuando sea grande

Hagamos siesta en masa
no importa el lugar
juntemos nuestros sueños
el tuyo, el mío, el de aquel.
Y qué si no alcanzan
almohadas y colchones
después de todo
¿no estamos hechos de piel?

Hagamos siesta en masa
no importa a quien traés.
Ojo, no te asustes,
no pido más que una siesta
(incluye abrazo y cucharita)
No importa el lugar
si babeás o si roncás
entre todos nos
vamos a ayudar.

'Yo quiero ser bombero'
'yo quiero ser médico'
'yo quiero un uniforme para partir cabezas como melones'
'yo quiero esclavizar a media humanidad'
'yo quiero ser abogada'
'en nombre de Dios, yo quiero hablar'

Y todavía se ríen,
cuando a la siesta me quiero dedicar.
No importa que hora sea,
no importa el lugar.
No importa con quién vengas,
si roncás o si babeás.

Hagamos siesta en masa,
el mundo necesita
fuera de hora
descansar.

lunes, 28 de octubre de 2013

F

Horizontal y vertical es lo mismo.
Depende de cómo duermas por las noches.

Seguir siendo

No puedo ser el único. Si he perdido la razón, quisiera no estar solo y que alguien me diga, desde el otro lado de la cordura, del delgado y multicolor hilo de la cordura: “Te entiendo un poquito”. ¿Cuán rápido va todo? Acaso la velocidad es tal que no podemos frenar sin sentir nauseas. Pues ya ve, hace tiempo que bajé un pie y sólo contengo todo este bilis con Dramamine.

Una vez subí, allí, casi tan alto como pude imaginarlo. No soporté lo suficiente la soledad y la espesa oscuridad del silencio. Así es como bajé, con ojos sobre mi cabeza y un juicio para todos. Me burlé de los oídos sordos, y de las danzas repetitivas. El golpe fue inmediato, y mi nariz sangró, cálida y lentamente, como si el jugo no quisiera abandonar mi cuerpo.

Volví a subir, pero arrastrándome. La tierra se sentía cerca de mis entrañas, raspaba, y otra vez la sangre fluía al ritmo del pulso, de un color animal. Mastiqué raíces y me abrigué de hojas secas. Mentiría si dijera que lo disfruté. El destierro es un castigo humano. Pero tenemos espíritus retorcidos, ¿por qué hay que infligirse dolor para darnos cuenta de que estamos vivos?

Vivos como ayer, vivos como mañana. Pesa mucho tanta vida, tan repleta a cada instante. Insufrible es el tránsito de vidas interminables, el comercio de almas que eternamente danzan en un espacio ridículamente reducido. Al calor de los latidos, al color de la sangre.

lunes, 21 de octubre de 2013

E

Amigo diablo,
si aún me quedara algo de alma...

domingo, 20 de octubre de 2013

Color calor

No hay frío,
solo calor dormido.
Nunca soñé el final
de la pesadilla
(y así comienza)

Polillas vuelven
polillas vuelen.
La ciudad es suya, calor, color.

Fibras, deliciosas fibras.
Hay más para ver
en los colores gastados, calor, color.

Calor,
perdoname para siempre.

Calor,
no vuelvas a dormir
jamás.

jueves, 17 de octubre de 2013

Estremecidos

Lo primero que ves detrás del cristal no pueden ser reflejos de los días que pasaron. Tras las puertas de todo aquello que soñamos se esconde un sonido, una progresión que intentamos descifrar. ¿Terminará alguna vez este desfile de animales disfrazados de dioses? Somos lo bastante sencillos como para dejarnos llevar por la opereta, pero complejos como demonios. Así olvidamos que somos espectadores en un cohete que nunca partió, pero que no cesa de avanzar, y de volver.

Se avecina algo nuevo, algo que fue dibujado como las olas en el mar. Una nueva generación de niños sentirá el calor, mezclado con suaves brisas de litoral. Nos enseñarán a palpar la luz solar, y beber de la luna. ¿Cuando se cansarán de la libertad? Cuando hablar sea una elección, y no una necesidad. Es tiempo de atraparnos unos a otros. Es tiempo de atrapar el tiempo.

Aceptémoslo. Somos menos que bestias, cuando se trata de vivir. Asusta, saber que el aire está repleto, y las sombras se disfrazan, para dejar de seguirnos. Asustan las palabras, que viajan más rápido que la saliva.

Lo sublime es hacer todo con nada.

Estremecidos, queremos vivir. Delante y detrás del cristal.

jueves, 10 de octubre de 2013

D

La belleza requiere de pocas palabras.
Lo hermoso es silencio.

jueves, 3 de octubre de 2013

¿Pueden ver?

Cuando pudimos comunicarnos con palabras.
¿Cuándo?
Cuando escuchamos el fluir de la sangre.
¿Cuándo?
Cuando volveré sobre mis pasos.

Cuando animados tentamos a Dios
a beber de nuestros humores.

Cuando, te diré.
Cuando comprendas,
que soy un pobre infeliz,
y otra cosa
no quiero
ser.

Cuando veas
que elijo

temblor,
por paciencia.

palabras
por piel.

martes, 24 de septiembre de 2013

Habló mañana

No.

La verdad es que no.
Algunas palabras
no se dejan acentuar.

Creí conocer tus ojos;
pero todo acaba
en el filo de ayer.

Cansate conmigo.
Para descansar
habrá otras vidas.

Al menos alguien
podrá decir
que conoce
tus ojos.

domingo, 22 de septiembre de 2013

C

Así es la vida,
vio.
Si tuviera sombrero;
no tendría cabeza
donde llevarlo puesto.

No te abras más

Hechos de escamas,
para nosotros es desertar.
Pestañas de mar nos abrazan.
¿Alguna vez me escuchaste rugir?

Como juegan las sombras allí,
dentro de las pestañas del mar.
Y vos que estás,
dispuesta a pagar por el desierto.

¿Otra vez me vas a llamar?
Susurrando
poesía
cruda.

Lo más interesante, 
está por allí abajo.
Casi oculto...

No quiero meterme en nada
que pueda ver
a simple
vista.

martes, 27 de agosto de 2013

B

El amor es nada;
una nada inmensa.

La felicidad es nada;
una nada hueca...

A

Un camino sin piedras...
¡Tropecemos contra nosotros mismos!

lunes, 5 de agosto de 2013

Lo que soy

Treinta minutos me bastaron, para saber que no podría dormir más. Con nuevas energías, tal vez bastó ese tiempo para conectarme con la parte oscura, la cara invisible, aquel mundo único en el que es posible hacer todo con nada. Aquí ha quedado todo por digerir. Y dioses viejos. Viejos y cansados.
El aire se ha tornado un tanto viciado. Por un humo que de ningún lado procede. ¿Cuán permeable fue mi cabeza? ¿Cuánto de aquel mundo oscuro dejé penetrar en el nuestro? Debo controlar mis sueños. Por algún hueco se filtra cierta luz de la noche: La ciudad nunca descansa, y así me lo hace saber.
Giro, y a mi derecha, descansa, con un sueño tan pesado que tanto más la hunde en el colchón. Una idea grosera recorre lentamente mi mente, pero no puedo descifrarla. Mi boca está inquieta, siento que mastico algo, pero la cavidad está completamente vacía. Abundante saliva segregan mis glándulas que saben, más que yo, que algo está por suceder.
Tiemblo. Como un imberbe. Una inteligencia primitiva me dice que no moleste a la bestia. Pero el calor de mi cuerpo se ha adelantado y, entre gotas de sudor, aceleran mis manos. Despego de la cama bruscamente, tal vez porque así la despierte y me ahorre el futuro. Pero no. Sigue dormida. Nunca dos ojos descansaron tanto.
Enciendo la luz del baño, necesito quitar este demonio de mí. Bebo agua helada para lubricar mi razón. Grave error, como si hubiera bebido combustible, emprendo decidido la marcha. Me arrojo a su lado, rodeado del más espeso silencio. Mis manos se detienen frente a su rostro. No volverá a ser el mismo. Ni lo que soy, seré. Tiemblo tanto. Un sabor amargo recorre mi boca.
Un instante de vida detenido. Sólo su respiración empuja al tiempo a seguir. Ya estamos en esto.
Agarro violentamente su boca. Mis manos cubren todo su rostro. Despierta, sin embargo, lenta y suavemente: alguien en sus sueños le habló del futuro. Parece reír, pero sus labios no se mueven. En un signo alentador de vida, deja de respirar. La beso y me deja hacerlo. Trágica, como perdonándome todo aquello que no controlo, pero sin comprometerse con todo aquello.
Entre una fina música mis latidos se elevan y el humo la desnuda, alguien hace lo mismo conmigo y la piel deja de ser una frontera. Todo lo que tenemos dentro escapa sin que podamos evitarlo. La golpeo. Una y otra vez. Agarro sus pelos y tiro hasta arrancarlos. Sus ojos evidencian lágrimas de dolor y me incitan a más. Sus uñas se clavan profundos centímetros en mi carne. Un dolor insoportable recorre mi médula. La habitación cobra luz, una luz cegadora que nos da un golpe de realidad tan potente que no lo absorbemos.
De vuelta en la oscuridad, siento el cálido recorrido de la sangre en las sábanas, mis manos pegajosas y el líquido brillando en su cara. Lo que no soy, seré. Esto no durará mucho más. Arranco con mis pocas uñas la piel de su rostro. Es una tarea fatigosa, no se desprende fácilmente. Ella deja de gritar. Fue allí cuando noté que antes lo hacía. La piel queda bajo mis uñas. La quiero al fin desnuda, de una vez y para siempre, definitivamente. ¿Cómo alcanzar la desnudez total? Debajo de su rostro hay más y más carne. Y la sangre…
Continúo, preguntándome hasta cuándo, sin que me repugne. Por ello reían sus ojos. Se trata de una bestia sin fondo. Resiste mis embates como el mismísimo diablo. Allí tuve una visión desgarradora: lo que fue, volvería a ser. Regenerándose mediante un nauseabundo mecanismo biológico de subsistencia. Cansado de mis inútiles manos, muerdo toda su piel. Mis dientes comienzan a arrancar los pedazos de carne cruda. Nunca comí humanos, hasta allí.
¿Hasta allí? No puedo darme respuestas, los humanos tienen fondo. Ella no.
Sin darme por vencido golpeo cada vez más fuerte. Sus espinas atraviesan mis manos de lado a lado, y hasta bebe de mi sangre, el dolor es insoportable. Sus ojos se tornaron vacíos, dentro de aquellas inmensas pupilas tal vez pudiera volver a ese mundo en que, de la nada, todo nace. ¿Cómo podré volver? Así, cada vez más, se descarría la voluntad de mis sueños.
Las arremetidas finales no encuentran carne que cortar. Me desinflo entre espasmos y toda la vida que agitaba mi cuerpo se escurren con mi libido. Finalmente, esta intimidad tan de dos que fue en un principio, se transforma en pantallazos de un circo que me tiene como figura central. Vuelvo de un golpe a la oscuridad, mientras los violines tocan la melodía más visceral jamás tocada.
Sin soportar más el peso del aire, me dejo caer, como un prenatal, en las sábanas saturadas de sangre. Mientras ella, como una madre que todo lo perdona, me abraza con mantas limpias y me consuela.
Porque vuelvo a dormir, como si nunca hubiera despertado. Porque al final, lo que fui, soy.

miércoles, 31 de julio de 2013

In verso

La guerra toca mi mano, antes de que
la cosa empiece a andar,
una boca encontraré
bajo las sombras.

Una vez más.
Una vez más.

Por favor, no lleguen hasta el hígado.
La vida hoy comienza,
no tengan miedo.
Amigo, no temas al ayer.

No doy más que,
solamente,
una moneda.

La navidad no es graciosa.
Es una carga pesada:
Las bombas explotan más allá.

Sola, alma de tambor.
Toda de azul.
Fue.

jueves, 20 de junio de 2013

Siempre puede empeorar

Las polillas abandonan,
desesperadas, la ciudad.
Más allá de mis muelas,
aún puedo masticar.

El mundo se hizo en seis días.
Todo este frío,
¿cuánto durará?

lunes, 20 de mayo de 2013

Dime lo que festejas...

Aquí me siento a escribir. Son las 5.19 a.m., y aquí yo me siento a escribir. Es que no puedo dormir. Todavía siguen oyéndose bocinazos esporádicos, en alguna calle lejana, y tengo ganas de salir corriendo para abrazarlos. Hoy quise abrazar a todos y cada uno de los canallas que me cruce… ¡y fueron como ochenta mil! No puedo escribir con más estética y gramática que la de la alegría sin palabras. Toda mi vida dudé de la felicidad, hasta hoy.

- No, ¿cómo vamos a ir a festejar al monumento, si volvemos al lugar que nos corresponde, del que nunca debíamos haber salido?

Semanas escuchando eso. Yo seguía firme en mi pensamiento: Central asciende y voy a bailar hasta las 5 de la mañana al monumento, con vos, con el que quiera, sólo, no me importa. Hasta que pasó. Más de diez mil personas en la ciudad más lejana que nos podría haber tocado ascender, fiel a la historia canalla. Y yo acá. Esto de ser pobre a veces no está bueno.

Cuando entra el cabezazo, mi amigo ya no sostenía su discurso. Ya se veía en sus ojos la alegría contenida, las ganas de festejar. De algún modo me dijo, presentía que no íbamos a estar solos en el monumento.

El final del partido me encontró mudo. Las primeras lágrimas ya escapaban. Luego risas. Lágrimas y risas, hacía mucho no me pasaba eso. Claro, un año, más o menos, cuando le ganamos a Defensa y Justicia sobre la hora, en ese campeonato nefasto que nos dejó otro año más en la B. ¿Defensa y Justicia? ¿Festejaste eso? ¿Festejaste en el monumento un ascenso? Por allí leí a alguien en un gracioso tono frío y sarcástico: “Dime que festejas y te diré quién eres”… Y recordé: ¿No son los mismos que fueron hace exactamente 2 años y 363 días a festejar nuestra caída al mismo lugar?

Pero para qué buscar explicaciones. De qué me vienen a hablar. Qué me van  hablar de amor. Este anarquista, escéptico, anticristo que les habla, ha dudado de todo en su vida. Dudo de absolutamente todo, y hasta, si quieren, de mi orientación sexual, pero hay algo de lo que estoy seguro: desde antes de nacer era hincha de Rosario Central. Podría vivir sin cualquier cosa, pero nunca sin Central.

Al terminar el partido marcho feliz por las calles, pero triste, porque debo trabajar y mi festejo al monumento se va a retrasar. Llego a trabajar y cuando cruzo la mirada de mis viejos, aquellos portadores del espermatozoide y del óvulo que me hicieron canalla antes que cualquier cosa, no puedo contener mi llanto.  “Llevá estos tres pedidos y andá al monumento”, me dice mi viejo. Cómo no me iba a dejar ir, si él hubiera hecho lo mismo…

¡Y lo hizo! Cerró todo y a la mierda. Mañana no comeremos, el alquiler no pagaremos, pero yo… ¡yo me voy al monumento! Ese mismo, que la mira a mi vieja y le pregunta, sin poder creerlo, cómo es que tuvieron un hijo tan canalla. “Cómo es que nos salió este coso que sufre tanto por unos papanatas corriendo adentro de la cancha. Este pobre pibe que lo único que mamó de Central son tristezas, derrotas, fracasos, vergüenzas. Un pobre infeliz que en 24 años no pudo ver nada de lo que nosotros vimos, el Central campeón, aquellas glorias como Kempes, Poy, Gramajo, Palma y otros tantos”. Eso dicen, el día en que su hijo pide faltar al trabajo para ir a ver a unos muertos de hambre que juegan un fútbol horrible, dar pena contra un equipo de jugadores que se sacan fotos con las 40 mil almas que llenan ese estado auriazul de fondo.

He visto equipos espantosos, jugadores paupérrimos vestir la camiseta. Aún así, cada año renovando esperanzas. Con mi tío, ese que me hizo socio y que hasta el día de hoy se pone nervioso como un pibe, y que cada año renueva plateas, esperando algo de Central… ¿Y me decís que no salga a festejar? Tres años de sufrimiento. Qué digo tres… ¡6 años de sufrimiento! Porque esto empezó antes de aquel día lluvioso y frío. Aquel 23 de mayo que recuerdo como si fuera hoy. En el que fui sólo, totalmente sólo a la cancha, a ver a un montón de jugadores tirados ahí, dando lástima contra un equipo que venía a perder dignamente y nos pintó la cara. Me veo y me doy pena, sólo en la popular, llorando como un niño que perdió a su madre. Si hasta un señor de unos sesena años se me acercó y, mientras me palmeaba la espalda, me dijo: “Pibe, esta ya la viví. Es duro, pero, como todo, pasa. Ya vas a ver cuando volvamos”. No me olvido, y creo que nunca voy a poder olvidarlo.

¡Y me decís que no festeje! Tres años. Esas palmadas ahora son un empujón que me dicen: “Nene, andá y festejá. Cambiá esas lágrimas de dolor por lágrimas de felicidad”.

Ochenta mil personas. Esta noche, ochenta mil personas fueron empujadas, sin organizarse nada, sin discutirlo previamente, fueron arrojadas a las calles de la ciudad, de un golpe a festejar. ¿A festejar qué, el ascenso? No. A festejar esta locura hermosa que es ser hincha de Central. ¿Cómo explicarlo? Como en lo más bello de la vida, las palabras están de más. ¿Cómo explicás la vida? ¿Cómo explicás la muerte? ¿Cómo explicás el amor? ¿Cómo explicás un orgasmo? No se puede. Entonces, ¿por qué carajo te molestás en explicarle a alguien qué es ser de Central, que es todo aquello junto y más?

Sin embargo sirve hablar, contar, para que no se olvide. Así es como a la 1 de la madrugada, muertos de frío, en moto, dos canallas recorremos la ruta hasta llegar al alejadísimo aeropuerto al que van a llegar los jugadores. “Qué enfermos que estamos”, decimos. Si, enfermos como las otras 8 mil personas que hacían lo mismo. Esperar juntos. ¿A quién? ¡A nadie! Porque la mayoría ni los vimos a los jugadores.

¿Importaba? ¡No hermano! Lo único que queríamos es estar juntos. Lo más juntos posibles ante el temor de que se escape esta energía hermosa que se formó, no hoy, que ascendimos, ni de la racha que nos llevó a la cima del Nacional B. Un poco antes. Exactamente hace 124 años. Algo que no se extinguirá jamás, porque donde no existas, te inventaré.

Y me decís que no festeje… Por las calles, el color de la alegría. Pero también el olor del temor.

Dime que festejas y te diré quién eres.

¡Qué me van a hablar de amor!

viernes, 3 de mayo de 2013

Caminar correr saltar

Saltar,
sin mirar abajo y
como nunca has saltado,
hacia un mar de nada.

¿Cómo hiciste?
Preguntás cómo hice.
Si vos misma lo hacés,
y me preguntás como hice...

Ya que no te animás,
te cuento.
Hacé como sí,
hacé como sí,
hacé como sí.

Hacé como si no supieras,
que antes de saltar,
te espera un mar de nada.

Saltá.

Caminá bajo la lluvia,
durante horas
y vidas.

Y aunque nada puedas lavar,
inventale gustos al agua...

lunes, 22 de abril de 2013

La hora de dormir



Uno

La última hora no estuve durmiendo. Mis ojos estaban entrecerrados y mi cuerpo cubierto parcialmente por la fina sábana, casi transparente por el desgaste. Hacía mucho calor. Es que el verano en esta ciudad tiene una presencia intimidante. Si habláramos de él como de una persona, diríamos que es de carácter fuerte, que es un eufemismo para hablar de alguien que es insoportable, o un mal educado, o, francamente, un mal tipo. Así la ciudad recibe de inquilino al verano, sin poder evitarlo, como aquellos parientes lejanos a los que debemos dar alojo en nuestros hogares por más forros que sean, por alguna maldita costumbre de buenos modales. Por suerte en mi pequeño departamento no tienen lugar. Hay gente que disfruta del verano, del calor, de las playas, del sol, de las relaciones casuales, de la rutina del bronceado, de la gente. Yo no. Para mí el verano es de lo más triste. Pareciera que hay más tiempo, pero éste se le escurre a uno de las manos. El sol del mediodía es el punto muerto de un mundo que no deja de moverse, no asciende ni desciende, se estanca en lo más alto del cielo, sin nada para ofrecer más que luz y calor, una eternidad en reposo. El instinto de las sombras es desaparecer al mediodía. Luego, de a poco hay que volver a rodar, seguir en la rutina del seguir. Porque, ni siquiera allá arriba, el todopoderoso astro puede evitar la fluencia del tiempo.

Mi mediodía no es el de la ciudad. Mi jornada comienza  cuando despego de la cama, que no es lo mismo que cuando despierto, decía yo. Y esto no ocurre nunca antes de las 13 horas. 12, cuando madrugo. Mi habitación es un oasis de cemento en un infierno de cemento. La tecnología maravillosa de nuestros días hace que mi reducto se encuentre en unos constantes 25 grados. Esto hace que salir sea un acto de un heroísmo sin precedentes. Cuando, sin alternativa, giro el picaporte y salgo al exterior, el día me plantea una batalla en dos frentes… luz y calor. Según la ciencia, fuente de vida. Yo nunca fui muy adepto a las ciencias. Aunque podría llamar a cualquier físico cuando necesite una comprobación fáctica de la oscuridad, o la no luz, como se la llame en el ámbito. Ese ejemplo es mi habitación. Es tan oscura que nunca sé en qué momento del día despierto. Por eso hay en ella tres o cuatro relojes, por si falla la electricidad o alguna pila. ¿Cómo lo logro? Con trapos. Estoy lleno de trapos. Agujero rebelde que deja pasar luz, agujero que es rellenado con un trapo. Porque las cortinas nunca alcanzan, siempre necesito el auxilio de los trapos. Si no fuera un inquilino, ya hubiera tapiado las ventanas o hubiera cubierto con aerosol los cristales. Cómo afrontaría correctamente, sino, la hora de dormir.

Esa es la cuestión. Imagino habrán oído o leído como yo a los expertos decir que lo recomendable es dormir ocho horas. ¿Y si yo quisiera dormir doce, catorce o dieciséis horas? ¿Quién me lo impide? ¿Un pseudo científico en una revista que no le dio la nafta para hacer investigaciones en serio pero si para, en nombre de la ciencia, decirle a cualquier idiota cómo debe manejar su vida? Lacayos del sistema, eso es lo que son esta tropa de “expertos de revista”. “Basta de refunfuñar que te vas a hacer viejo”, me dicen. ¿Y qué problema hay? ¿Cuál es el problema, cuál es el tabú con los viejos? Todos vamos a ser viejos. ¿O también hay una edad para ser viejo? Ustedes y sus vidas regidas por burócratas de datos censales. Yo soy viejo a la edad que quiera, y si me siento viejo, no tiene por qué ser malo. A mí me gusta dormir, y si eso me hace viejo, bienvenido sea. La verdad es que me gusta dormir, y no me siento culpable. Sí me siento perseguido. Perseguido por la jauría de jóvenes o aspirantes a, que no cesan de moverse, que creen que el progreso es hacia adelante y que hay que alcanzarlo, que ven en el sueño una pérdida de tiempo. Gente que nació en una época donde se cree que el tiempo puede ser pesado y registrado, perdido y ganado. Pero, ¿quieren que les hable en su idioma? Pues bien, para mí el sueño es tiempo ciento por ciento ganado. Nada hay más propio que el sueño. A diferencia del resto del mundo, allí todo es mío, a mi modo, y nadie puede quitármelo. Nadie debe quitármelo.

viernes, 5 de abril de 2013

Lija

Venía con hambre, pero tampoco como para masticar tornillos. Es que a esas horas siempre me agarra hambre. La madrugada funciona así, viste. Al menos a mí. Yo puedo estar todo el día hecho un idiota, pero cuando pasa de las 12, arranco. Tengo el reloj cambiado viste, como los murciélagos, los búhos y que se yo cuántas otras alimañas de la noche.
La cosa es que llego de madrugada con hambre, pero hambre de goloso, hambre de dulce. Tranquilo, te decía, pero... Bueno, abro la heladera. Nada. O sea, sí, un queso, mortadela, ajíes, pero dulce ni un membrillo. Si al menos hubiera tenido un vasito de coca me hago un sánguche, pero con agua no daba, yo quería dulce. Y ahí sí lo que era un poco de hambre, un berretín, se transformó en lija. ¡Pero lija mal eh! Funciona así, cuando te niegan el capricho, te desesperás. Empecé a abrir alacenas, cajones, casi a los portazos. Revisé la heladera como catorce veces. ¿Viste cuando la abrís una vez y no hay nada, seguís buscando por otro aldo, pero volvés a la heladera para volver a ver que no hay nada? Sigue igual que antes, cuando la abriste un minuto atrás, como si fuera un artefacto eléctrico sin vida propia, que necesita ser llenado por alguien.
Ahí me acordé. La puta madre, si a la nochecita había ido al súper, compré un par de giladas que necesitaba, jabón, fideos, pan. Siempre hago lo mismo, voy para lo que necesito en el instante, pero jamás una previsión, un esto me va a servir mañana, o un por las dudas lo llevo, nunca. Ni hablar de listitas y qué se yo. La previsión no es lo mío, así como eso de ahorrar, nunca lo hice. Necesito algo, voy y lo compro. ¿No lo compré? bueno me jodo.
Ésta me jodo. Después me quiero romper la cabeza. Si hoy fui al súper, vi los alfajores que encima estaban baratos, pero como no tenía hambre, como no los necesitaba, no los compré viejo. Después, mientras seguía por los pasillos iba pensando, porque no es que me olvido del asunto, iba pensando, y si los compro, después voy a querer postre. Pero no, porque si hay algo que soy es terco. Despúes veremos, me decía. Y el después llegó, como siempre, a la madrugada. La puta que me parió, encima a esta hora qué carajo va a haber abierto en este barrio de mierda.
¡Que hambre, la puta madre! Creía que iba a morir. ¡Y eso que había morfado bien eh! Si nos juntamos a comer un asado en lo de Toto. Despues escabiando hasta tarde. Tenía el vientre hinchado de porrón. Ah, porque estaba en pedo, creo que está de más aclararlo. Y como siempre que estamos escabiando hasta las 5 de la mañana, después nos agarra a todos hambre y nos vamos a comer un pancho al carrito. Todos los borrachos frustrados en banda al carrito. Nunca una mina eh...
Pero después del asado, litros de cerveza y súper pancho, quería el postre. Como siempre, sólo en casa, quería lo dulce antes de dormir, con un tecito y algo en la tele. Si bien de maraca lo mío, pero feliz. Y en casa no había nada. ¿Qué hago? Invento algo, me dije. Pero eso sirve para lo salado, es más fácil inventar salado. Un huevo, una hamburguesa, una arveja, algo hacés. Pero cuando qurés dulce, ¿cómo inventás? ¿Que vas a ponerte a derretir azúcar? Encima ni cacao tenía.
Y bueno salgo. Si, era claro que iba a suceder. Como tantas otras veces, iba a salir en medio de la madrugada, con frío, cansado y ebrio a la estación de servicio que se encuentra a cinco cuadras (una inmensidad) de casa. Pueden cagarte a tiros a la salida, pero el hambre es más fuerte. Siemrpe el hambre vence. Más cuando son esos hambres de malcriado, viste, de bicho de ciudad. Porque andá a vivir en el medio del campo y que te pegue ese bajón. Olvidate. O en un pueblito, donde esta todo cerrado. Después te quejás de la ciudad... ¿sabés cuanto durarías vos lejos de la ciudad?
Entonces salí. Mientras caminaba y se me iba pasando el pedo. El hambre tiene eso, es tanta la concentración que mi estómago ejerce sobre mi cuerpo para conseguir el sustento que se olvida de todo lo secundario. Es como la adrenalina, viste. Eso que te viene con el cagazo. Capaz que te pusieron un tiro en una gamba pero si lográs sobrevivir, vas a seguir corriendo para que no te acribillen ahí no más. Bueno, mi estómago genera su propia adrenalina.
En la tercer cuadra, una alarma. Un ruido extraño sale de mi vientre. Las tripas me estaban avisando algo. Así como los perros se ponen a ladrar como locos antes de un huracán o un terremoto y nosotros ni cuenta que nos damos qué les pasa, así mis tripas me avisaban algo, porque al instante no sentí nada, pero una cuadra después me agarraron los retorcijones. ¡Uf! Esos que duelen viste, agudos, pasajeros pero agudos. Tomandome la panza como calmándola, sigo caminando, casi sin pensar hacia dónde me dirigía. Claro, estaba yendo a comprar comida, no muy sana desde ya, para un estómago suplicando descanso.
Una vez adentro de la estación el dolor cesó. Estaba en un mundo maravilloso. Chocolates, alfajores, chocolates, obleas, chocolates, galletitas, chocolates. Me compré un chocolate. Como veinte mangos me salió la joda, generoso era, pero veinte mangos...
Mis bajos instintos me impulsaban a abri el paquete y devorar la enjundia de un saque. Pero yo soy una mierda. Soy un metódico de mierda. Tenía que llegar, poner a calentar la pava y hacerme un té. Nada puede ser hecho de otro modo que no sea el premeditado. Para eso si tengo todo planeado, pero cuando se trata de algo útil como ir al super, no, me comporto con total improvisación. Los pasos a seguir eran, fueron y serán los siguientes:
Uno, Prender el fuego y poner la pava. Dos, prender el tele y ver si hay algo potable, en caso de no haberlo, prender la PC y buscar una serie, preferentemente Family Guy, si tengo mucho sueño, Los Simpsons. Tres, hacer el té, bien hirviendo, así dura caliente mucho tiempo y no tengo que bajar a recalentarlo (tomarlo tibio jamás). Cuarto, sentarme frente a la PC (porque, claro, a esa hora no hay nada en la TV), y darle al play a la serie que había dejado cargando previamente. Quinto, comer, beber y mirar, Generalmente como unos cuadraditos primero, luego bebo té, en intervalos más o menos similares, y siempre teniendo en cuenta que lo último que ingiero es el líquido, jamás el sólido.
Pero no habia té. Así como te lo digo, no había té. Se me vino el mundo abajo otra vez. Me puse a revolver y sólo había mate cocido. Y bue... Decepcionado preparo la infusión autóctona con todos los anteriores pasos cumplidos a la perfección. Mientras subía a mi habitación iba recordando casi sensorialmente todo lo que había entrado en mi cuerpo en las últimas 5 horas. No era sano. Bueno, mi vida en sí no era sana, pero esto pasaba varios límites. Estaba seguro de que si ingería ese chocolate con el mate cocido, iba a explotar. Literalmente te digo eh... algún órgano iba a rebalsar. Las tripas ya habían chillado.
Pero capaz que no. No iba a ser la primera vez que ponía a prueba mi estómago, más bien era una rutina. Y a veces quiebro, pero a veces no...
¿Qué iba a pasar? ¿Qué iba a hacer?
Verá, amigo, esto que le cuento no tiene final, ni conclusión, ni cierre, ni sopresa, ni nada. Desde que empezamos sabíamos el final.
Me comí el chocolate, por supuesto. El otro día me enteraría de la resolución de la trama.

martes, 19 de febrero de 2013

Uno tras otro



Hace falta más que una boca,
más que dos oídos.
Así como dos pies,
no alcanzan para afirmarse sobre el suelo.
Hace falta mucho más,
-tanto como nada-
para aprender a hablarse a uno mismo.
¿Y cuántas veces llegará la noche
antes de que aprendas a oírte?
Conozco tu deseo,
¡pero cuidado!
Puede que escuches más que palabras.

Y así, llegarán los pasos.
Uno tras otro.
Y te amarás,
y antes de que te amen,
amarán tu soledad.

Repito,
besame donde no llegue.

viernes, 15 de febrero de 2013

La roca

Una vez adentro
no lo podía entender.
Te sentía, y vos
nunca habías estado.

Lo que yo pienso cuando callan.
Cuando la roca ora en silencio.
Lo peor de mis sentimientos.

¡No es la luz lo que te quema!
¡No es la luz lo que te quema!
En esa piedra construiremos nuestro hogar.

Bajo esa piedra escondemos
el fruto de nuestro pecado.

jueves, 7 de febrero de 2013

Una playa interminable



Se trataba de uno de aquellos rostros que uno recuerda vivamente una vez que éste se alejó. Pero era solamente una memoria fotográfica, como un retrato sin trazos, porque el vivo recuerdo –tan vivo que no era un recuerdo– no transmitía sensaciones. Caminaba entre la gente como quien conoce a todo el mundo. Su presencia se confundía con las luces, el sonido y el humo. Tenía un saludo para todos y todos a él lo saludaban. No escatimaba en charlas de cualquier índole con nadie, todos los temas eran tocados como si entre doctos estuviéramos deliberando. Ahora sabemos que parecía tener la receta de la vida, y ésta no ocupaba más de una página. Muchos se acercaban a él sólo para leerla, aunque sea unas cuantas líneas, sólo para eso, porque claramente pude ver que un gran número de prosélitos sentía repugnancia en su presencia. Y no voy a negarlo, más de una vez lo hice –y menos de dos–. Desde mi posición hacía esfuerzos poco disimulados para espiar parte de su página. La cuestión era acercarse sin olerlo demasiado, porque, para los que sufrimos del buen olfato, hedía a vergüenza este hombre. Así, como una marioneta torpe y graciosa, estiraba el cogote para ajustar mis lentes. Y nada.

Nunca supe, aunque espero saberlo, si la página estaba escrita en realidad o era una mera máscara. Pero, ¿qué sabrá este hombre de máscaras? Sólo tenía un rostro, aunque se convencía de ser el hombre de los mil nombres. Nunca pudo ser más que uno, y aunque no lo sepa, le dolía. Nunca bailó con sinceridad. Sólo respeto a una clase de hombres, y es a aquellos que no temen bailar. ¿Tarea fácil, me decís? Ya quisieras, te apuesto la una de mis vidas que nunca has visto tal bailarín. Pero no te desanimes, amigo, ¿has visto alguna vez a esas criaturas que llaman niños? Ya sabés entonces, por allí se comienza, y por allí se termina. Los años del medio sólo son una pista de aprendizaje para tatuarnos hasta los huesos la idea de lo que nunca debimos dejar de ser. Deber, ¿eh? Si, también soy un gran cómico. El niño se comunicaba con llantos y gritos, las palabras se convirtieron en el primer pecado; la imitación. El niño adquiere otros ojos, pierde la pupila interna, esa que le reflejaba sus tripas.  Sólo puede mirar hacia el frente. Su cuello trata de corregir la limitación pos natal y comienza a girar, el primer arte de la ortopedia. ¿Cree que es un insulto? También así lo veo yo. Pero ¿no es el arte un insulto? Insulto y error, dos herramientas que nos damos los guerreros-artistas para tratar de vencer el temor. Aprendí a despreciar, con el tiempo, a los despreciadores de la ortopedia. Yo lo era, pero también era miope. Unos lentes me ayudaron a ver desde otra posición. ¿Adaptación humana? Permítame contradecirle señor. En el arte de la ortopedia no hay nada de aquella repugnante adaptación humana. No voy a negarlo, a veces nos confunden son sus jueguitos los “adaptados”. Pero cuando se trata de seguir viviendo, por el sólo hecho de seguir viviendo, ¿no es la expresión más hermosa del amor por la vida? No se confundan, mis amigos, los adaptados no aman la vida, aman los fines.

Insulto, error… ¿y amor? Amor como herramienta, dice, señor. Mejor mantenga su boca ocupada en otras cosas, su cuerpo lo agradecerá.

Y a veces quisiera ser como esas playas interminables, donde siempre observamos nuestros pies bajo las aguas cristalinas, y las mareas cálidas relajan nuestros músculos. Pues, se sabe, hace falta algo más que valor para soportar el frío recorriendo nuestras espaldas.

Comencé hablándoles de un rostro, del niño y del arte, ¿cómo no terminar hablando de ciertas profundidades?

martes, 15 de enero de 2013

El apocalipsis sólo se retrasó unos días

Venta de entradas frustradas para el recital de Ale Sanz





Para leer el siguiente texto es necesario que sigan el video atentamente como se lo indica.


Minuto 0: Periodista furtivo de los que están cuando la sociedad los requiere, preparado para cagarse de risa largo y tendido sin que lo noten.

0:09: Desde la 1 de la madrugada, oyeron bien.

0:11: - ¿Y, qué esperan?
- ¡¡¡Que alguien me la pongaaaa!!!Entradas…

0:19: - ¿Y del recital que esperan?
- ¡Que Ale Sanz se seque el sudor con la chabomba que le voy a tirar, exactamente la misma que estoy usando desde la 1 de la madrugada! Lo mejor…

0:28: Tener la entrada number one le dará sentido a todos mis cuarenta años hasta aquí desperdiciados.

0:55: ¡Para todos los gustos eh! Para llenar 7 tomos de sociología avanzada.


1:02: Era cuestión de tiempo para que al flaco que está haciendo la fila pase un macho indignado y le rompa la nariz.

1:09: Aquí la gente con problemas de digestión abandona el video. Los que tenemos más estómago, continuamos…
Pensar que estas amas de casa desesperadas respiran en la misma ciudad que nosotros; exhalan dióxido de carbono que procesara algún pobre árbol y lo devolverá al ambiente en forma de oxígeno para que algún infortunado, como pudiéramos ser nosotros, lo respiremos.

1:30: Acá viene lo heavy.

1:35: Uh…

1:41: La “Number One” ve pasar toda su vida frente a sus ojos. Lamenta no haber traído la pastilla de cianuro. Los minutos hasta que llegue a su casa y pueda finalmente suicidarse, serán de una angustia insoportable. Lamentablemente, ningún buen samaritano que circule por Sarmiento pega un volantazo para arrollarla cual vaca en la ruta. A ella y a toda la manada que la secunda, porque si observan la cara de las de al lado están procesando el mismo inabarcable dolor interno. La de azul, por ejemplo, en un fuera de contexto pareciera sufrir la muerte de su más querido amigo, tapando su boca para no lanzar un grito gutural de dolor.

1:45: Señor de camisa a cuadros: “¿Acá se paga el TGI?”

1:48: - Sé que algunas que están portando dinamita desde la noche como la malcojida ésta vos…

2:02: La que pregunta por las tarjetas. No tengo nada para agregar. Es la primera vez que veo a un cuasi adulto haciendo ese puchero. Además no tiene ni tarjeta ni efectivo, ¿a qué carajo fuiste?, ¿a ver si caía Ale Sanz, se enamoraba de tus hermosos ojos y te regalaba un VIP con visita al camarín?
 
2:10: Una señora menos conchuda pregunta, para qué carajo le preguntas, conchuda, si no lo vas a dejar hablar.
 
2:11: Momento épico y sólo para observadores de gran talla como su servidor. Presten atención al detalle: la “Number One”, sutil pero a la vez asertiva, coloca su brazo izquierdo en la manivela del local, en un claro gesto intimidatorio tanto para el frente como para la retaguardia, que parece estar diciendo: “Yo soy la primera, y el que tenga huevos que intente moverme de acá… ¿OK?
 
2:16: Trabajadora de Music Shop filma desde adentro el exquisito revuelo que se arma afuera.
 
2:24: Desde que murió Sandro, Ale Sanz acaparó a gran parte del público gerontológico.
 
3:02: La cara de la “Number One” cuando el señor pregunta: “Ustedes saben en qué orden estaban” ¡Las pelotas saben el orden! Yo soy la primera, el resto que arda en el décimo círculo del infierno.
 
3:12: la “Number One”, cual policía con Handy en la mano, parece dar alguna directiva a otra igual de malcojida fanática de Ale como ella.
 
3:21 – 22: Observamos más público sanzista masculino. El varón de colorado hace un gesto típicamente canalla, quien les escribe lo conoce bien, ese de llevarse la mano a la frente con total frustración, como diciendo: “¡Qué manera del orto de comenzar la semana!”. Porque entre esto, y que Central pierda un lunes a las 17 contra Sarmiento de Junín, no hay diferencia.

3:40: “Me parece que acá no se paga la TGI”.

3:50: “Off… ¡mamaaaaaaaaa!”

4:02: “A ver que se me va el trole ¡argoyuda!”

4:15: - E mucha responsabilidá para vo… Ningún estadista en la historia de la civilización ha cargado con mayor responsabilidad en sus hombros.

5:00: Hay personas que trabajan manga de inútiles.


En fin camaradas. Aquí concluye mi humilde descripción, completamente objetiva y carente de malas intenciones.

Un avance para la causa feminista.-