Fotografía: Sofía Valle
Y en la última hora de luz, bajábamos esperando que desaparezca la multitud. Sus voces aún jugaban, entre las grietas de los ladrillos. Las calles vacías se ruborizaban de nuestros secretos, y ya no había espacio para risas. Latidos.
Jugar a la soledad de a dos, confiando a la vez, en que la tierra nunca mostrará huellas. En que las pisadas nunca cesarán. Que la soledad no sea tal que no haya oídos para escuchar.
Como a un extraño. Quiero que me vuelvas a buscar. Y vencer, como el agua, toda resistencia.
Siempre es más fácil llegar cuando no conocemos el camino de regreso.