domingo, 10 de agosto de 2014

Hijo tierra

Soy el sol, soy la tierra
soy el hijo y el heredero
Soy el sonido, soy ella.

Soy la ansiedad que transpira
tu lengua esperando
que no llegue
hoy

Soy
el temor
de tus ojos cerrados
anticipando un
              no
                 nosotros
                          mañana

Mi nombre es Halo
cuando brillo
las estrellas guardan silencio.

Mi nombre es Halo
soy más que sol

ilumino


si estás.

domingo, 1 de junio de 2014

República Popurrí de China

Una chica
       checa
me dijo
que en China han caído ovnis del cielo
y yo que no veo
todo lo que creo
fui hasta allá a comprobarlo.

China queda tan cerca de mi
  como vos del
yo que
murió.

Te invito
  te insisto
suelo ponerme
medio boludo  cuando    me      obsesiono.

Los chinos son hermosos,
         (y muchos pero)
¿cuántos se fueron al cielo?
          (Hay mucho de todo
pero siempre hay más muertos
                        chinos)

La lógica de las mujeres es simple:
'hoy
me desvirgué con el paraguas.
Y me mojé igual...'

Y me volví de China
para contarte chismes
y vos estabas allá
buscándote.

viernes, 21 de marzo de 2014

Diarios de un isleño

Brevemente introduciré unas palabras para explicar la siguiente obra. No se trata de una historia ficticia, pero tampoco puedo asegurar que sea real. Tengo en mi posesión una serie de documentos muy viejos, procedentes de un antiguo armario que hay en el altillo de mi casa. Debo decir que mi casa estaba, antes de pertenecerme, completamente abandonada y desconozco la historia de quién o quiénes la habitaron antes que yo. Créanme que he hecho todas las averiguaciones que podía, más aún luego de encontrar este armario y los papeles que contenía dentro, pero siempre encontraba baches en la historia, relatos poco creíbles y contradicciones, y terminé, entonces, por no creer absolutamente nada de lo que me decían. No sin cierta impotencia, porque los papeles mencionados me resultaron tan extraños como interesantes.

Este armario es inmenso, ocupa casi todo el altillo y está bastante podrido, por así decirlo. Durante los meses en que se hicieron las refacciones para hacer la casa habitable, les prohibí a los obreros que tocaran el altillo, pues había allí muchas cosas antiguas que me interesaban. Lo cierto es que terminé tirando todo lo que había por su inutilidad y escasa relevancia anticuaria. Todo excepto este armario. Hace unos días tan sólo, decidí sacrificar el domingo, el único día que tengo libre, para ver que había dentro del armatoste y finalmente, deshacerme de todo ello.

Bien, ello no sucedió. Dentro del armario había cientos y cientos de hojas sueltas, la mayoría estropeadas por la humedad, cubiertas de polvo, unas con manuscritos ilegibles, otras con algunos números tipeados con máquina de escribir, etcétera, etcétera. Se trataba, pensé, de un manojo de papeles inútiles y heterogéneos, que estaba por prender fuego y tirar a la basura, hasta que encontré, entre el montón, una serie de papeles de otra clase, más blancos y mejor conservados que el resto. Noté que debían haber sido, en su tiempo, papeles de gran calidad. Estaban escritos a mano, creo que con una pluma, en una especie de tinta azul, en letras cursivas bastante prolijas y legibles. Primero encontré tres o cuatro hojas, para luego darme cuenta de que había muchas más, desparramadas por todo el armario.

Atraído por lo que leí en éstos papeles, debo decir que todavía no me deshice del armario, y que desde aquél día dedico mis domingos a encontrar más de las hojas de este diario. He pensado en un principio esperar hasta encontrar todas las hojas y ordenarlas cronológicamente para luego presentarlas en un libro. Mi primer libro, aunque no fuera escrito por mí. Pero al notar lo titánica que resultaría la tarea de encontrar todas las hojas de la serie, y empujado por mis ansias, decidí ir publicando lo que encuentre cada semana, y así, llegar al día en que no encuentre más papeles y la obra esté acabada, en “tiempo real”, luego sólo me quedaría ordenar todo lo publicado, tarea mucho más sencilla y menos aburrida.

Por lo que leeremos a continuación, pareciera tratarse de los relatos de un isleño. Podría decir que se trata de un náufrago, pero por alguna razón, me niego a creer en historias tan fantásticas. Dudo de la veracidad de la historia por el óptimo estado en que se encuentran las hojas (alguien que vivió tanto tiempo en una isla no puede regresar con papeles tan bien cuidados. Además no encuentro, hasta ahora, ninguna referencia a su autor). Sospecho que se trató de algún escritor aficionado que relató esta historia de sus días en una supuesta isla de su imaginación. Pero no podría decir que se trata de una historia ficticia, porque igualmente estaría faltando a la verdad.

Sin más que decir, les dejo aquí lo que encontré en las dos primeras hojas. El autor siempre ha comenzado sus relatos con el día que vive desde su supuesta llegada a la isla. Lamentablemente aún no pude encontrar dos días consecutivos entre el montón. Publicaré, de aquí en más, de a uno o dos días, de acuerdo a la extensión de los textos, por una estética literaria que así se me antoja.

Día 28

Cuatro semanas. ¿Pero de qué sirve el tiempo cuando estás en una isla desierta? Creo que pronto dejaré de contarlo, y crearé mi propio calendario. No encuentro el tono justo para escribir el diario de hoy, será porque mi pluma está perdiendo filo, como una metáfora de mi genio.

De a poco voy olvidando los días en que la isla se parecía a mis sueños, a mis jóvenes sueños, tanto que daba escalofríos, de esos que erizan los vellos de la espalda y estremecen la columna, en una indescifrable sensación entre el frío, el dolor leve y el placer. Bueno, tal vez he encontrado el tono del día. Escalofríos.

Día 12

Construir un rincón es como construirse a uno mismo. Con lo poco que me da la isla debo hallarme y crear un horizonte de seguridades, de posibles y de azares.

Por ejemplo, mañana el sol saldrá. Es posible que llueva. Y tal vez pueda pasar un barco, o una balsa con nuevos visitantes...

Todo buen isleño debe preocuparse primero por su rincón. Un isleño sin rincón no es nada. Y para ser nada hay que tener más valor que el que se cree...



viernes, 14 de marzo de 2014

Mis palabras hoy

Usted no me va a entender
porque no quiero que me entienda
si usted me entendiera
es porque no hice
mías las palabras
Es porque mis palabras
aún serían suyas
(y de aquel)

y a través de este acto
              formal
          hoy
me detengo
          aquí
              alzando la voz
     y declaro

Estas palabras son mías
hable después de mí
y no se atreva a responderme.

Si en cambio usted quiere
charlar amistosamente
la invito a venir otro día.

Recto
o cruzado,
hoy me levanté así
y quiero transformar la canción
                      en hierro
y cortar el viento con
                      mi saliva

Digo
                        mañana
             el sol no renacerá

Ande usted
no sea impaciente.
¿Qué es un día en la vida?
Vuelva mañana,
después de todo siempre
es mejor
un fascismo
de opereta.

domingo, 9 de marzo de 2014

Olvidar

¿Hacia dónde quieres escapar? Te has vuelto animal para aprender a olvidar. Hay líneas sin relleno, formas vacías para abandonar tu razón. Nos abraza el mismo frío y compartimos la misma piel. Enséñame a ser animal, olvidar mi razón; y te enseñaré a amar como aman los niños, ajenos al tiempo.

¿Hacia dónde quieres escapar? Para vivir entre dos mundos hay que olvidar el miedo (sin hacernos indiferentes).

Y en ese juego, amigo, ambos estamos muy lejos de Dios.

Amén.

jueves, 6 de marzo de 2014

M

Según su libro, su teoría, nunca entendí a Kafka.
Sin embargo me gusta tanto...

L

N.L.C.
Nunca Leí Cortázar.-

Y se puede vivir...

martes, 18 de febrero de 2014

Emboscados

volvimos
a lo que abandonamos
para observar:

Un tinte en cada segundo
el llanto de la luz
paredes sangrando
vida
en cada escombro
la belleza del olvido
el silencio cómplice de
nuestras voces
la pena de un violín
la voluntad
de distraernos
eterna.

para abrazar el futuro
atrevete a mutar
para mutar
olvidá el futuro.

de espaldas al cielo
abrazo tu ida

y ella
a hierro nace
a hierro crece
¿muere?

miércoles, 5 de febrero de 2014

El último sueño

La abrazó por última vez y se dirigió a su habitación. Estaba cansado de abrazar el aire. De esperar un beso aliviador y sincero. Pero eso jamás sucedería y ya no dependía de ella. Todo se centraba en él: esperaba algo que ya no quería esperar. Las palabras nunca desnudaron a nadie. Por primera vez en esos días, entonces, optó por callar. Dicen que todo duele menos cuando se arranca de un manotazo.


Recuerdo un texto de Borges sobre la muerte. Si hubiera estado con nuestro protagonista en su momento, se lo hubiera dicho. Si pudiera, a través de mi relato, que rememora sus días, decirle lo que dijo Borges, tal vez hubiera ayudado. Tal vez no. Lo que Borges decía sobre la muerte era que es mejor que no avise cuando llega. O no. Creo que decía todo lo contrario, que se muere mejor cuando avisa. O no. Todo con sus palabras, claro, más rebuscado, más intelectual, más profundo. Nunca me gustó mucho Borges. Pero eso no importa, lo que importa es lo que Borges dijo de la muerte. Creo que había dicho que uno siempre sabe cuándo va a morir, en algún nivel de su espíritu. Sí, creo que dijo eso. En todo caso, si eso es lo que dijo, no me sirve. No tiene nada que ver con lo que le pasa a nuestro personaje de hoy. No se lo hubiera dicho, y no cambiaría nada. Por eso perdonen la intromisión, vuelvo a la historia, que tampoco es tan larga.


Decidió no preguntarle más nada. Algunas cosas es mejor ignorarlas. Pero las preguntas son obreras sádicas. Pequeñas, sutiles pero afiladas. Son el torno del dentista que te hacen sentir el dolor más agudo del mundo. Son una operación con una anestesia que nunca llegó a hacer efecto, que lo tienen a uno en la camilla, sintiendo el dolor, pero sin las fuerzas necesarias para levantarse y decirle al cirujano “pará che, tu anestesia no sirve”. Pero así, fue como despertó de la peor pesadilla. No como quien salta de la cama vestido para seguir viviendo. Lo que él hizo fue  despertar, luchar contra el sueño más envolvente de todos, el peor narcótico, el peor viaje de todos. Fue el acto más heroico jamás contado.


Así se levantó de su posición, sin mirar atrás. Saltó y tal vez la asustó a ella. Se dirigió a su antigua habitación y comenzó a sacar, agitadamente, lo que quedaba de él aun allí. Sería el último día. No sé cuánto tiempo estuvo sacando sus pertenencias (que ya no quedaban tantas), pero en un momento cesó de abrir y cerrar puertas y cajones, para girar su cabeza hacia atrás, y ver si ella estaba. Nadie. Otro golpe. Los segundos golpes son los que despabilan por completo. Es el segundo golpe que da el partero al recién nacido el que lo hace llorar y respirar. Hay un dicho que dibujaba la situación: “Donde todo acaba, todo comienza”. Y si no lo hay, debería haberlo. Lo hay, lo hay. Pero no es un dicho, es más bien un cliché. Pero los clichés, por serlo, no dejan de ser ciertos. Por algo una situación se ha repetido tantas veces hasta que se convierte en cliché. Lo que él estaba viviendo en ese momento, era el instante, el punto muerto donde todo acaba, pero que todavía no ha empezado a ser nada. No se va para adelante ni para atrás, no hay aceleración, desaceleración, ni siquiera velocidad. Es el instante mudo, la vida suspendida, el sol del mediodía.


En un silencio de pueblo fantasma, cerró su valija. Respiró como agarrando el aire con las manos y empujándolo hacia sus fosas nasales. Hasta la atmósfera esta pausada. Cuando abrió la puerta de la habitación y estaba decidido a correr hacia la calle sin prestar atención a nada, una imagen se construyó ante sus ojos. Un sueño que toma vida, que se hace al tacto. Un holograma espeso. Un sueño en vigilia. El último sueño.


El mundo que conocía estaba agitándose. No eran metáforas, vio cómo el planeta, de un extraño color ocre, ámbar y tonos de marrón, estaba transformándose. La imagen era clara, los continentes estaban volviendo a ser uno; África y Europa volvían hacia América, Oceanía volvía a ser consumido por Asia, desaparecieron los mares divisores, todo era un solo pedazo inmenso de tierra sin interrupciones, y un titánico Océano Único. Y en su cuerpo aparece una nueva ansiedad, inédita, pero que lo seguía de algún modo desde el vientre: era una ansiedad de apetito, sus dientes transpiraban, sus mandíbulas lujuriosas, su boca se llenaba de saliva, lista para digerir. Su espíritu estaba hambriento, ya no quería vivir al borde de la energía cero, quería abarcarlo todo, perderlo todo, para volver a ganar, sucesivamente. Sus ojos sonreían, iba a vomitar un charco de podredumbre, que quedaría allí, fuera de su cuerpo, para siempre.


El mundo volvió a ser uno, las placas continentales no podían juntarse más, la materia estaba apelmazada, la masa saturada, no cabía un átomo nuevo, todas las jugadas posibles estaban allí en su interior. Ya sólo quedaba un paso, era lanzar los dados para ver qué números salían, y luego danzar, danzar con los compases que mostraran las caras. Los continentes volverían a formarse. ¿Qué extrañas formas llegarían a componer? Los caprichos del azar son infinitos, y todo podría pasar, sin que él, ni nadie, tuvieran la más mínima idea del futuro. Esto, lejos de consternarlo como otras veces, lo llenaba de placer, tenía una expectativa visceral ante lo que estaba por suceder.


¿Y si volvían a la misma forma de siempre? Un África, un Asia, Un Europa, Un América, un Oceanía. La idea volvió a desesperarlo. ¡No! Pronto espantó esas imágenes del pasado delante de sus ojos, como quien espanta una mosca. Era imposible. Los continentes serían completamente novedosos, porque siempre lo habían sido. ¿O acaso pensamos que la Tierra se formó de una vez y para siempre con la forma que conocemos? ¡Ilusos! El planeta no ha dejado de inventar nuevos dibujos, sus continentes no han dejado de chocarse para volver a empezar una y otra vez. Siempre distintos. El momento era inminente.


Entonces despertó.


El sueño se fue con sus imágenes. Se perdió de ver la nueva formación continental. También guardó su vómito junto con el acto formal de nunca más volver. Ni ella, ni los mundos estaban allí. Sólo su cama y los molestos rayos de sol que se escurrían vaya uno a saber por dónde. ¿Por qué tuvo que despertar? ¿Por qué no continuaba el sueño? Algo le impedía concluirlo todo allí, de manera perfecta, en el mundo de los sueños, donde damos las pinceladas sin saber los colores que elegimos, pero somos el único artista con la fórmula del cuadro final. Ahora estaba despierto, en una vida no más real, pero sí más compleja. Con el pecho entumecido y con montón de palabras por decir. ¿Cómo continuarían los continentes? El sueño había acabado, pero no quería perderse la nueva formación. No lo haría.


Si no, ¿por qué habría despertado?

martes, 21 de enero de 2014

Casi en blanco

Fotografía: Sofía Valle

Recuerdo cuando reíamos hasta que nuestros estómagos se agitaban y dolían. En el altillo hablábamos de los días que vendrían, y cuanto tardarían. De las personas que pasarían, y las que se quedarían. Imaginábamos las que nunca llegarían. Lamentábamos su ausencia. Incoherentes.

Y en la última hora de luz, bajábamos esperando que desaparezca la multitud. Sus voces aún jugaban, entre las grietas de los ladrillos. Las calles vacías se ruborizaban de nuestros secretos, y ya no había espacio para risas. Latidos.

Jugar a la soledad de a dos, confiando a la vez, en que la tierra nunca mostrará huellas. En que las pisadas nunca cesarán. Que la soledad no sea tal que no haya oídos para escuchar.

Como a un extraño. Quiero que me vuelvas a buscar. Y vencer, como el agua, toda resistencia.

Siempre es más fácil llegar cuando no conocemos el camino de regreso.