viernes, 29 de enero de 2010

Curiosa encuesta

Hola, me llamo Lucía y a continuación voy a narrar un hecho que me llamó la atención, hace unos días.

¡Ring! ¡Ring!: Suena el teléfono. Atiendo.


- ¿Hola?

- Hola, buenas tardes, disculpe las molestias mi nombre es bla bla bla, estamos haciendo una encuesta bla bla bla, tendría unos minutos si es tan amable bla bla bla…


Yo antes hubiese dicho: ¡NO! Pero desde aquel día en que trabajé haciendo encuestas por toda la provincia, me compadezco de la pobre gente encuestadora. Hasta de los más molestos: Como un día que me tocan el timbre y cuando salgo hay un escuálido espécimen humano con cara de mehagomuchaspajaspordía, todo transpirado y con síntomas de una descompensación cardíaca. Este sujeto me dice: Discúlpeme la molestia, ¿tendría un minutito para responderme una encuesta? Yo estaba apurada, pero si era un minuto estaba dispuesta a ayudar a este pobre joven. ¿De qué se trata?, pregunté. Es sobre galletitas, respondió. ¡Uy, que divertido! amo las galletitas, pensé. La cosa es que el tipo empezó con las preguntas, y estas pasaron de ser divertidas a insoportablemente precisas. No les miento si les digo que llegó a preguntarme cuantos paquetes por semana compraba de: Pepitos, Oreo, Sonrisas, Ópera… y etcéteras. Al final termine contestándole cualquier huevada…

Pero bueno, me fui por las ramas, el asunto que iba a hablarles era sobre la encuesta telefónica que me hicieron el otro día:


- Si, no hay problema, ¿dura mucho? – Pregunté.

- No, 10 minutos cuanto mucho.

- Eh, bueno, dale.

- Muchas gracias. Primer pregunta: su edad por favor.

- Veintidós.


Y así siguió con un montón de preguntas más o menos personales, tipo censo, nada fuera de lo normal. Después empezó a preguntarme sobre compañías telefónicas y hasta que tipo de ropa usaba. Era medio raro, pero la mina tenía el típico tono de encuestadora y además ya me había dicho de que se trataba la encuesta, pero entre su rapidez para hablar y mi falta de interés en escucharla, no podía recordar de que se trataba, y no me animaba a preguntar, porque iba a parecer idiota. Así las preguntas pasaron de censales a levemente indiscretas:


- Bueno, ahora, si me permite, quisiera saber, ¿usted tiene un período regular?

- ¡¿Qué?!

- Si su período es regular. La menstruación.

- ¿Eso dice la encuesta?

- Eso dice: pregunta número 13.


Esta mina está loca, me dije. ¿Cómo me va a preguntar eso? Pero por me maldita experiencia me puse en su lugar. Pensé: ¿Mirá si a mí me tocara preguntar eso? Me moriría de vergüenza. La pobre mina se debe sentir igual. Y le respondí todo.


- Si soy bastante regular, pasa que tomo pastillas – Dije.

- Regular. Bien. ¿Qué método higiénico usa? A: Toallitas femeninas. B: Tampones. C: Otros.

- Toallitas. ¿Cómo?, ¿Otros dijiste? ¿Qué otro método hay?

- Eh… muchas respondieron un trapo de tela.

- ¡Iiiiu!

- Si. Bien. Su período dura: De 3 a 6 días. De 7 a 10 días. Más de 10 días.

- De 4 a 6 días. ¿Más de 10 días? Jodéme que alguien te respondió eso.

- Eh.. si, si… me lo han… respondido – Me dijo, algo entrecortada, la noté incómoda, le temblaba la voz.

- ¡Guau! Se debe estar muriendo esa mina. Anemia o algo así… - Atiné a decir.

Silencio. Sólo se oía su respiración. En unos 15 segundos, que parecieron horas, volvió a hablar:

- Si… si usted tuviera una amiga a la que le viene más 10 días… ¿qué le diría?

- ¿Eso dice la encuesta?

- Eso dice la encuesta. Pregunta 16.

- Le diría que vaya al ginecólogo con urgencia.

- Si, ¿no es cierto? – Dijo. Su voz ahora era mucho menos robótica. Pero trató de recomponerse – Perdón. Próxima pregunta: ¿Usted tiene novio, o pareja sexual estable?

- Perdonáme, pero ¿para quién era la encuesta? – Tuve el valor de preguntar.

- Para el… Ministerio de Salud y… Cultura de la Nación.

¿Salud y Cultura?, pensé. Jamás había oído hablar de tal Ministerio. Además… ¿Por qué me harían preguntas tan raras? Pero no dije nada, no veo mucho noticiero, no sé nada de política, probablemente existía tal ministerio, y probablemente hacen esas preguntas. Así que para no parecer idiota no pregunté nada y me limité a contestar:

- Si, tengo novio, y por ende, pareja sexual estable…

- Bien. ¿Con que frecuencia tiene relaciones sexuales?

- ¿Hay opciones? – Ya nada me sorprendía, hasta había entrado en su juego, es más, me estaba interesando y quería conocer el desenlace…

- Eh… sí. Aproximadamente A: Todos los días. B: Tres veces por semana. C: Una vez por semana. D: Una vez al mes.

- Uh… pobre la última… Eh… Opción B, ponéle.

- Opción B. Bien. Pregunta: Si su madre, que es muy creyente en Jesús, no le permite tener relaciones sexuales en su casa porque dice que es una falta de respeto a la familia. ¿Usted que haría? A: Seguir estrictamente la palabra de la madre porque es lo que corresponde. B: Coj… Tener relaciones igualmente, tratando de no hacer ruido y que no se enteren. C: Mandar al demonio a su madre porque está cansada de su maldita moral medieval y coj… tener relaciones sexuales, sin importarle que ella se entere, aún contra el riesgo de que la echen de su casa…


Me quedé muda. Se notó cierto enojo en la voz de la mina. No dije nada. No sé porqué pero tenía miedo, o me sentía incómoda, no sé… Al fin dije:


- Pero yo no tengo una madre católica ni l molesta que tenga relaciones así que no te podría contes…

- Es una suposición, que haría en tal caso usted – Interrumpió.

- Eh… la opción de tener relaciones sin que se entere… creo.

- ¿No se pelearía con su madre porque más que esté harta de ella?

- Claro… no. Tendría que aguantarla. Después de todo ella le paga los estudios.

- ¿Qué?

- PRÓXIMA PREGUNTA – Me gritó encima, tratando de hacerme olvidar sus palabras – Cuándo usted se indispone, ¿mantiene relaciones con su pareja?

- Eh… generalmente no, pero a veces, bueno, si, tenemos igual… viste, las ganas… eh...

- Bien. A veces. Y en caso hipotético de su amiga que menstrúa con mucha potencia durante diez días, además de recomendarle que vaya al ginecólogo, mientras tanto usted: ¿Le recomendaría mantener relaciones sexuales igualmente?


No me pregunten por qué, pero esto ya no me parecía raro. Era como que me ponía en el lugar de esa amiga hipotética y trataba de ayudarla. Ya me había olvidado de que era una encuesta del Ministerio de Cultura y Salud de la Nación.


- Yo le diría que busque otras vías. Que se yo. Que en vez de agarrar el viaducto, vaya por el Cruce Alberdi. Que al principio el tráfico es complicado… pero que después se le encuentra el gusto… – Me sorprendió mi capacidad metafórica.

- Cuando usted habla del Cruce Alberdi, está hablando de: Un lugar abstracto al que se llega después de mucho esfuerzo espiritual y conexión mental con…

- Te estoy hablando del sexo anal – Interrumpí bruscamente.

- Ah…


Silencio. Horas.


- ¿Hola? – Pregunté.

- Si, perdón… eh, perdí el papel… perdón, ya está – Su Voz temblaba, parecía al borde del llanto, creo que no era la respuesta que esperaba – Usted respondería que tiene sexo anal por placer o para satisfacer a su novio.

- Por placer flaca, relájate y dejálo fluir, ¿ok? Pero antes andá urgentemente a un ginecólogo, lo tuyo es grave…


Y le corté. Tarde, pero había caído. Esta mina o me estaba jodiendo, o necesitaba ayuda en su problema ginecológico. Le corté por mentirosa. Porque si me hubiera dicho desde un principio: Hola me llamó Pepita y tengo tal problema, la hubiese ayudado, con todo gusto, porque lo necesitaba.

Lo necesitaba...

¡Esa mina me necesitaba y yo le corté! Olvidemos que me engañó. Esa mina estaba en problemas, tal vez no tenía una amiga en el mundo, tal vez la retrógrada de la madre no la podía ayudar, ni el pelotudo de su novio. ¡Sola en el mundo! Sola en ESTE mundo…

Y yo le corté.

Inmediatamente sentí una horrible culpa, tenía que ayudar a esa pobre mujer, ¿pero cómo?

Y se encendió la lamparita. ¡El identificador de llamadas! ¡Por fin podía darle un uso útil!

Fui corriendo hacia el teléfono y agarré el aparatito para ver el número de esa pobre señorita.

Anoté. Marqué. Sonaba. Atienden:


- Buenos días, Ministerio de Salud y Cultura de la Nación, sección Relevamiento de Datos, ¿en que puedo servirlo?



lunes, 25 de enero de 2010

Avisos clasificados

RUBRO 077
447-0407

Donde compras y vendés DE TODO


101 - Hobbies y coleccionistas

* Vendo colección de uñas desde 1993 hasta 2009. Catalogadas por dedo de pertenencia y fecha. Esucho ofertas. TEL: 4330068.

* Manager desempleado vende centenares de bombachas y corpiños arrojados a Sandro durante recitales. ¡Imperdible! TEL: 4548028.

* Compro cadáveres en estado de semi-putrefacción para ambientación escénica de obra infantil. TEL: 0303456

104 - Desesperados

* Vendo perro "como nuevo". Sabe sentarse y dar la pata. Come cualquier cosa. Permutaría por camion fletero, pago la diferencia. TEL: 4658471.

* Vendo ciclomotor Zanella hecho mierda. Por el módico precio de lo que su corazón disponga. TEL: 4287892

* ¡Urgente! Cambio mujer rubia, joven, hermosa e histérica por negrita fea y vieja, pero gauchita. TEL: 156 899 964

* Vendo caja de pastillas anticonceptivas "sin empezar" por abandono y/o desaparición conyugal. Permutaría por potentes antidepresivos. TEL: 4583621.

jueves, 21 de enero de 2010

Publicitame ESTA.



Los publicistas son machistas. Si, ya está. Ya lo comprobé. Hombres, mujeres y cualquier variación que germine de la modificación de estado de alguno de los anteriores, sea como sea SON MACHISTAS.


Ya es común ver publicidades de hombres con traje saliendo de la oficina, muy cansados de trabajar tantas horas durante el día, pero esperanzados de que cuando lleguen a su casa la señora esposa lo va a estar esperando con rico guiso de lentejas (rico, pero nunca como el de mamá) y le va a dar ese analgésico nuevo que ahora tiene gusto a melón hawaiano y se te deshace en la boca, todo para una mejor absorción (igualito a los tampones).


Ya acostumbrados a eso, pensamos que no podían llegar más lejos. Pero si, llegaron.


Ahora no sólo esperamos a nuestro marido con el delantal puesto y la comida hecha, además, según el nuevo producto de limpieza (ya no tienen más productos de limpieza para inventar!!! Ya inventaron todos los que existen!! No hay mas fucking cosas para limpiar!! Les falta el limpiador con spray para picaportes y ya!) mientras los nenes juegan, el marido lee el diario en el sillón, la MUJER LIMPIA LOS VIDRIOS CON UNA SONRISA DE OREJA A OREJA.


Hee.. a ver… no disfrutamos de limpiar la mugre de los vidrios, no estamos sonriendo en ese momento, y por sobre todas las cosas ¿POR QUE EL HOMBRE ESTA LEYENDO EL DIARIO Y RASCANDOSE EL ANTEBRAZO?


Y si ese no es ejemplo suficiente, les puedo recordar la publicidad de Coca – Cola, donde nos enseñan a cambiar botellas de vidrio retornable a mejor precio, pero no nos los cuenta una mujer, ese es un consejo que nos da UNA AMA DE CASA A OTRA AMA DE CASA….


¿No existen hombres amos de casa? ¿De verdad no existen?


Pero si esto no les alcanza para corroborar mi hipótesis, el último ejemplo es el mejor.


Y voy a nombrar la marca porque los seres asquerosos que crearon esa publicidad lo merecen.


En el comercial del producto para lavar la ropa VANISH hay una mujer frente a un lavarropas con su mejor cara de frustrada de la vida, cuando el pequeño infante que tiene a cargo y que casualmente se encuentra en la edad de preguntotodotodoeltiempo, sorprende a la madre con el siguiente cuestionamiento: ¿MAMÁ, QUE ES FRUSTRACIÓN?


Pero eso, no sería tan raro, el pobre niño está saciando sus ansias de conocimiento, hasta que la pobre e infeliz madre que le toco le responde: ES CUANDO TENES QUE LAVAR DOS VECES LA ROPA.


Esa NEFASTA respuesta no requiere explicación, la enseñanza que deja, el poco tacto que tiene, la mente chata y podrida por la ingesta de drogas y televisión de los que la crearon queda muy en evidencia.


Y termina de arruinarla cuando una publicista de VANISH entra “mágicamente” en la casa completamente vestida de FUCSIA y le cuenta al niño las propiedades del nuevo producto.


Hay miles de ejemplos más. Cualquier publicidad de cualquier producto que limpie, saque manchas, sea liquido y tenga de logo a un hombre musculoso que te ayuda a resolver tus TERRIBLES PROBLEMAS de ama de casa feliz, tiene de protagonista a una mujer que degrada la profesión que intenta representar y nos hace quedar a todas como BOLUDAS TOTALES.


Barbi Corazón


P.D: El nombre de la foto de arriba era: AmaDeCasaFelizyHermosa…………….. WTF?


lunes, 18 de enero de 2010

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miércoles, 13 de enero de 2010

13 es mi número de la suerte*

Yo tengo la teoría, casi confirmada, de que tengo mucha mala suerte. Estoy meada por un elefante, cagada por un dinosaurio, el de arriba no me quiere, tengo una versión de mi persona en un muñeco vudú con agujas, estoy vomitada por una jauría de gaviotas carnívoras, como prefieran llamarlo, la cosa es que tengo mucha mala suerte.

Existe una descripción aún más exacta y menos grosera que describe perfectamente mi situación.
Está en la película Match Point, de Woody Allen (la única película suya que me gustó). Es una reflexión al comienzo que merece ser citada:

"Aquél que dijo "más vale tener suerte que talento", conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control.
En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacía delante o hacía atrás. Con un poco de suerte sigue hacía delante y ganas, o no lo hace y perdés."


Mi pelota, siempre cae de mi lado, osea, siempre pierdo. Podríamos decir, también, de forma más finoli que tengo mucha mala suerte.

Pero el día de hoy descubrí que, además de tener mala suerte yo, la contagio. También me dí cuenta de que soy tremendamente aburrida cuando no tengo electricidad.


Estaba en la casa de mi querida compañera y amiga Barbi Corazón "estudiando". Habíamos decidido tomarnos el resto del día libre debido al agotamiento mental (?) y le propusimos a Herr Professor venir a merendar con la condición de traer la merienda. Estábamos a punto de concretar la cita cuando el motor de nuestras energías, el ventilador, se apagó. Con él se apagaron las luces de la casa y con las luces se fue Internet. La pc quedó prendida porque es la netbook última generación de mi amiga, pero la conexión con el mundo exterior, el wifi, se murió por no recibir tensión del toma corrientes.

Barbi Corazón - Es cuestión de minutos. Se va y vuelve casi todas las tardes. Como mucho 40m.

Pero los 40 minutos se convirtieron en 3 horas y fueron las 3 horas más conflictivas que tuve con mi consciencia. En mi edificio, cuando se corta la luz, se corta por 3 días, nos quedamos sin agua y tenemos que subir y bajar 12 pisos miles de veces por día, siempre, con un calor insoportable. Sumado, obviamente por mi bendita suerte, a nosotros (en mi casa) se nos acaban las pilas de la linterna, y cuando vuelve la luz no nos viene el agua de la bomba. Pero eso, es por mi puta mala suerte.

A las 2 horas 10 mientras Madre Corazón (mamá de Bar) llamaba sin éxito a la EPE, yo ya estaba completamente convencida de que la luz se había cortado por mi culpa y que cuantito yo dijera ME VOY A MI CASA la luz volvía.
Empecé a amenazar con irme a la hora 40, pero mi mala suerte irradia con tiempo y distancia así que fue por eso que tardó en volver. Creo yo.

La primera hora y media la pasamos casi bomba. Teniendo aún batería en la maravillosa netbook jugamos a jueguitos infantiles que venían de publicidad con la PC. Vendimos joyas, tortas, armamos casitas y fuimos SUPERCOW. Fue casi una regresión a la infancia en la cual hasta llegamos a luchar por quién jugaba el próximo nivel.

Pero lo peor de lo peor llegó cuando la netbook, cansada de jugar, se apagó. Un silencio invadió la casa. De lejos escuchábamos a Mamá Corazón peleando con una maquina contestadora pero dentro de la habitación de Barbi Corazón, solo había silencio.

"La puta madre, encima de que estoy meada por un elefante y meo al resto, soy la amiga más aburrida que existe", pensé yo.

Nos miramos con Barbárita en silencio. Tosimos incómodas y nos re contamos los chismes que ya nos habíamos contado al principio del día. Chusmear, reírnos de la vida ajena y criticar, solo mataron 10 minutos de nuestro caluroso tiempo.

Ver toda la familia de mi amiga inquieta por la ausencia de electricidad hizo que mi culpa aumentara y sentí la necesidad de aclarar que eso sucedía debido a mi presencia.

Barbi Corazón - Pero no seas tarada, no sos vos. Cosas que pasan. Yayayayyayaa vuelve la luz.

Pero a medida que el tiempo transcurría, el discurso iba cambiando:

Barbi Corazón - Mamá, dejá de llamar a la EPE que el corte de luz es la mala suerte que tiene Blonda JAJAJAJAA.

Pero la presión dentro de mi se había acrecentado, además de ser transmisora del meo de elefante, era una malísima amiga en momentos de crisis energética. Justo cuando ya estaba por rendirme ante el destino, bajar a pie los miles de escalones que me separaban el dpto de Bar del suelo y transpirar sin parar, mi amiga reflexionó:

Barbi Corazón - Desde cuando la amistad es tan aburrida sin electricidad?

Fue un alivio! No era mi culpa el aburrimiento, el silencio y el calor. No era culpa ni de mi mala suerte que me acompaña a todos lados. Era culpa de nuestra generación. Culpa del posmodernismo en el que vivimos y hemos sido criados.

Aunque constantemente intentemos dejar nuestra herencia POSMO, se nos escapa por los poros y se nos manifiesta de forma inconsciente cuando menos lo esperamos.
La realidad POSMO indica que nuestra generación y las de más abajo, no saben mantener una relación si no hay ni siquiera un ventilador a quién soplarle palabras y burlarse de como se reproducen. Sin electricidad, la amistad es una planta sin regar.

A las 3 horas 15 minutos la luz volvió al hogar de los Corazón. El ventilador volvió a soplar, la TV volvió a llenar de sonidos ruidosos el ambiente y la PC! LA PC volvió a andar. Volvió el wifi, volvió la amistad. Me quedé un rato más para constatar que, tal vez, había sido una falla eléctrica la culpable de este mal y no mi suerte, como en un principio me trató de convencer mi amiga. Ya había constatado que ni yo ni mi mala suerte eramos las culpables del aburrimiento, comprobar que no era mi culpa la ausencia de luz, era casi un logro.

Me volví a mi casa con una sonrisa. Caminé esas 10 cuadras sin que me importaran los 40º de sensación térmica ni los 4 kilos de historia Argentina en mi mochila. Me sentía plena: Mi mala suerte no era la culpable de nada de lo sucedido ese día. Lalala!

"Tal vez, se me terminó la maldición. Tal vez con el 2010 se acabó mi mala suerte. Tal vez, este es el comienzo de una nueva era".

"Tal vez" las pelotas. Cuando llegué a mi casa no había luz en toda la cuadra. Subí 12 pisos a pie con 40º de sensación térmica y 4 kilos de historia Argentina, y cuando llegué arriba, ni agua pa' bañarme tenia. Estuve 8 horas sin luz. De las cuales 3 fueron de noche, intenté leer un libro en un rincón fresco de la casa con una linterna que, para mi puta suerte, a la 2da hoja de haber empezado a leer, se quedó sin pilas.


"Me re cago en mi mala suerte, esta maldición no se me va a ir nunca", fue mi sentencia final.



*thirteen is my lucky number - fragmento de la canción Bad Luck de Social Distortion.


Blonda tiene mucha mala suerte.

lunes, 11 de enero de 2010

¿Cómo no hacerlo?

Apenas el rubicundo Apolo desaparece en horizonte, destiñendo las tierras que se acongojan por su abandono, dejando inerme el pastizal, frío como la armadura de un caballero medieval, aparecen dos pensamientos compitiendo en mi mente, como el agua y el aceite. Y en verdad os digo que el agua y el aceite han estado juntos por aquí. Así doy voces a los vientos que…


…Bueno basta. ¿A quién quiero engañar? No soy escritor. Lo único que escribo son informes en la empresa de cartuchos de impresora en que trabajo. Pero no necesito ser escritor para darme cuenta que tanta pomposidad quedaba horrible. Tampoco necesito ser escritor para contarles lo que me pasa. Sólo quiero comunicarme con un número indiferente de personas, de la mejor manera posible, y en un principio pensaba que adornando mis palabras quedaría bello, pero me doy cuenta que no… Así que de ahora en más voy a ser directo y sincero, y sabrán perdonar mi forma de escribir, porque repito, no soy escritor, pero me es necesario desprenderme de lo que me tortura a diario. Espero que lean, entiendan, y me den su opinión, tal vez les pasó algo similar, tal vez puedan ayudarme, o compartir penas… Voy a empezar por donde creo que es el principio:


Estoy casado hace diez años con Daniela. La verdad que somos felices, creo. Al fin y al cabo, ¿qué es la felicidad? Bueno, eso no importa, la cosa es que estoy casado y tengo un hijo. Martín, un niño hermoso de seis años. Y así, voy de lleno a mi… problema, se podría decir. Martín es un buen pibe (¿cómo no serlo, con seis años?). Pero es un maldito malcriado. Sí, es caprichoso, y si no tiene lo que quiere, sus llantos pueden volverse el peor de los castigos. Muchas veces traté de ponerme firme a sus quejas, llantos y pedidos desesperados, pero al final me termina ganando, quien haya estado presente, entendería porque termino cediendo, quien haya oído sus gritos, ya no temería ir al infierno, porque ya estaría en él. Pero… no es sólo por los gritos, llantos, pataleos, cabezazos, escupitajos, saltos, berrinches y etcéteras que hace cuando no le doy lo que quiere… no, no es sólo eso. Es lo que me pasa a mi por dentro… sumado a sus demandas, son como dos caras de una misma moneda, pero mi procesión interna es dolorosa, es obvia, es inevitable porque… bueno, ya habrá tiempo para eso. Primero les voy a contar algunos ejemplos de cómo se comporta Martincito.


El pibe comenzó a ser caprichoso desde que tengo memoria, desde chiquito venían sus tías, mi suegra, mi viejo… Todos lo mimaban, porque era el primer nieto, sobrino, ahijado, no sé, era el primero en todas esas cosas en la familia. Entonces mi suegra no lo dejaba que llore que ya lo estaba alzando, mi viejo todas las semanas le traía un juguete nuevo, de esos carísimos, mis cuñadas también, lo llevaban a todos los espectáculos: Barney por acá, Hi 5 por allá, Pocoyó, Los Estrambóticos Voladores y que se yo cuanta porquería anda dando vuelta para estupidizar a estos pendejos, el iba, el lo tenía. Yo no decía nada, porque era normal, ¿qué bebé de dos añitos no es un malcriado por sus abuelos y tías? Así que me callaba y trataba de disfrutarlo.


Sin embargo, la cosa fue empeorando. La familia se dio cuenta de cómo pintaba el asunto, y fueron, de a poco, quitándole tanto mimo de encima. Yo me alegré porque pensaba que el pibe iba a aflojar y dejar de malcriarse. Pero me equivoqué. Martincito empeoraba día a día. Si no le compraba el perro que habla que sale en Discovery Kids, o el camión de Bob el constructor, se ponía a llorar y gritar como un desquiciado. Tiraba todo, destruía todo, hasta sus miles de juguetes anteriores, los hacía bosta… “Pero ¿Qué hacés Martín? Estás rompiendo el coso ese que te compré la semana pasada, me volviste loco por ese muñeco, y lo estás rompiendo, ¿por qué?”, le preguntaba yo, desesperado, pero tratando de razonar con el infante. Y la respuesta era clara, obvia: Ese muñeco por el que tanto lloró, lo quería la semana pasada, ahora quería otro, y todos los centenares de juguetes que tenía en su habitación, no servían, eran bazofia, porque, el que él quería, no lo tenía. Y así, semana tras semana, todo el tiempo comprándole cosas nuevas. Cosas que con mi miserable sueldo de empleado de comercio, se me hacían a veces inaccesibles. Sobre todo a partir del momento en que sus hermosas tías, mi amada suegra y el dulce de mi viejo, decidieron dejar de comprarle cosas, porque directamente, ya no lo venían a ver. Son unos forros, pero los comprendo: 15 minutos sometidos a los gritos y berrinches de Martín son insoportables. Si yo tocaba el timbre para que lo cuidaran un rato, o, tan sólo para ir a visitarlos, se hacían los pelotudos y no atendían. Así que con mi mujer tuvimos que afrontar solos el castigo de cuidar de Tincho. Mi alma sufría, y mi bolsillo más aún ¿alguien vio lo caro que salen las porquerías esas que quieren los pendejos éstos? Pero yo se lo compraba, porque, bueno, ustedes sabrán, eso que siento, no podía no ceder, haciendo lo que le hacía.


Pero antes de que mi familia construyera un muro entre ellos y Martín, pasé por todos los eternos sermones de esa gente que siempre sabe qué hacer: “Vos no tenés que ceder tanto”, o “Ponete firme: NO es NO!”, también la de “Un buen chirlo de vez en cuando está bien”. Pero yo nunca, jamás le puse una mano encima ni se la pondría a Martincito, podrá ser un demonio, pero... el pibe tiene, muy internamente, sus razones… y yo las mías… haciendo lo que hago, ¿encima pegarle? No señor, sería un enfermo. Más de lo que soy, más de lo que todos lo somos. Sí, ¡todos!


Un día, hará un año, después de que le compre kilos y kilos de juguetes, pasando por muñecos, peluches, relojes, sombreros, cantimploras, armas de todo tipo y calibre, kits de mago… No les miento si les digo que le compré un set de cocina de Barbie… el pibe vio como veinte propagandas de Barbie cocinando, y, entiéndanlo, obviamente lo iba a querer. Bueno, la cosa es que un día se me cagó la puta antena de la tele y después del canal 15 no se veía nada. Me desesperé: Los canales de dibujitos están por el 20 y era lo único que mantenía distraído a Martincito (obviamente también eran los que le llenaban la cabeza de bosta plástica consumible, pero era un círculo vicioso con el que no podía competir). Así que le puse algún canal de aire, que daban Los Simpsons, o algo por el estilo, y masomenos se quedó tranquilo. Al rato aparece en la cocina pidiéndome que le compre un pelador de papas.


- ¿Un qué?

- Roteito, el pelador de papas.

- ¡¿Pelador de papas?!

- Si, el de la tele, quiero el pelador de papas, QUIERO EL PELADOR DE PAPAS…


Y así estuvo dos horas, dos interminables horas en las que todavía no entiendo cómo no lo asesiné. Después de pelear con él, con mi conciencia, contra el mundo, tratando de permanecer en mi lugar de padre y decirle: ¡NO!… Después de todo eso, perdí. Llame al quien mierda sea que vende eso, sólo por teléfono, y lo encargué. Al otro día me llegó y nos pusimos a pelar miles de papas, manzanas, naranjas y derivados con Martincito. Como es lógico, terminamos tirando kilos y kilos de producción pelada a la basura. Al otro día se había olvidado del Rotato.


Una peor fue hace unos meses. En uno de esos momentos que nos agarra a los padres, de amor y nostalgia, le conté a Martincito de los dibujitos que veía cuando yo era chico. Le conté que era fanático de los Picapiedras, los Supersónicos y Tom y Jerry. De todos estos le llamo mucho la atención los Supersónicos y me pidió que se lo ponga en la tele. Después de infructuosos intentos para hacerle entender que esos dibujitos no los daban más, terminé bajándole unos capítulos de internet y se los puse, y los vimos juntos. Fue un momento en que me llenó de alegría, porque él estaba exitadísimo con los Supersónicos, algo que me gustaba a mí, desde hacía tantos años, que él los disfrute… fue como un vínculo, fue hermoso. Pero el cielo se fue incendiando de a poco, y comenzó la tortura: Ahora quería el juguetito de los Supersónicos. ¿Pero dónde mierda iba a conseguir un juguete del año del pedo? Trate de explicarle, pero Martín obviamente no entró en razón. Y esta vez no fue la tele, yo fui mi propio ogro, yo hice la propaganda de los Supersónicos, por ende, YO le TENÍA que conseguir el juguete. Recorrí ferias y no conseguí nada. Cansado, me puse a hacerlo yo. Sí, me puse a hacer un puto muñeco de los Supersónicos. Con madera, con alambres, con acrílicos, con todo lo que pude. Y quedó un muñeco hermoso. Realmente me sorprendí de mi mismo. Lo llamé a Tincho y se lo di como el tesoro más valioso de todos, producto de mis manos. Y le encantó. Admito que me tiene hinchado las pelotas el pendejo, pero me meaba encima al verlo tan feliz por algo que le hice yo. Al otro día le pregunté: “¿Y qué tal el muñeco?”… para darme cuenta de que lo hizo moco. No le duró ni un día y lo hizo mierda. Y ya no le interesaba ni el supersónico ni nada.


Y ahí me calenté. “Ladrillos hay que comprarte a vos”, le dije, “¡Eso te va a durar, vas a ver!”. Y nada, el pendejo como si nada. Como si ya supiera lo que me pasa, muy adentro mío. El sabe qué cargo con la cruz. Y se reía de mi intento de tener algo de autoridad paterna. Con la cosa del muñeco casero empezó mi mujer a taladrarme el cerebro: “Vos sos el que lo malcría, si es por mí no le compro nada, vos sos el que no puede mantenerse, no tenés autoridad, te das cuenta que pensás que le haces bien pero en realidad lo estás haciendo mierda, bla, bla, bla”. Y eso me indignó. Porque hasta ahora me comía el discurso de todos, pero el de ella no. ¡Claro!, cuando compré el pelador de papas automático ese de mierda, la tipa no dijo nada, porque se hizo la pelotuda, pero lo quería. ¡Y ahora me viene a decir que lo malcrío! Ella. Justamente ella, que es cómplice, no se da cuenta, pero tiene tan poco derecho como yo a criar al pibe, a decirle que hacer, a retarlo, a ponerle límites… Pero no le dije nada, no pude desnudar la verdad.


Así que una vez más, y creo que por última vez, traté de ser un padre bien, autoridad, si, un padre con autoridad. Costó, mucho costó, pero estuve una semana sin comprarle nada, toda una larga semana de gritos, berrinches pataleos. Para tratar de demostrarle a él, a mi mujer, al mundo, ¡a mí mismo! Que tengo razón y que tengo que, y puedo, ser un buen padre…


Pero no pude. A la semana le compre todos los juguetes que me pidió, lo llevé a todos los lugares donde había algún espectáculo de mierda para pendejos malcriados… Cedí terreno, perdí por afano, sí. Pero… ¿cómo no hacerlo? Como no dejarme perder, darle todo lo que puedo y lo que no puedo, renunciar a comprarme un par de zapatos para que él se compre que se yo que mierda. Todo, todos los caprichos para él. Para tratar de olvidarme un segundo de lo que soy, de lo que siento, DE LO QUE LE HAGO. Casi a diario. Soy un monstruo. Voy a decir lo que nunca le pude decir a nadie, voy a aprovechar el medio, y hablar con ustedes, y confesarle mi verdad, para que mi corazón se alivie aunque sea un poco. Tengo que largarlo…


¿Saben, todos ustedes señores, por qué le doy todo, le construyo un mundo plástico de satisfacción material, de espectáculos de leche y miel? ¿Saben por qué?... Oh, sí, seguro que lo saben, pero no quieren, no pueden verlo… ¿Por qué lo malcrío tanto, porque le doy TODO? Es obvio:


PORQUE ME COJO A LA MADRE.


Si. Me cojo a la madre. ¡Casi todos los días, eh! La llevo a la cama, la desnudo, a veces le hago el amor, y otras veces la cojo lujuriosamente, con todas las letras. Grita, gime, tiembla, goza. Le hago esas y otras miles de cosas más, a ¡la madre de mi hijo! Es enfermizo. ¿Ven porque hago lo que hago con Martincito? Porque soy un monstruo, un ogro horrible que entra a diario en el cuerpo de su madre. Y por eso siento culpa, y por eso me siento espantosamente mal, sucio, repugnante, horrible.


Y todos ustedes, padres, deberían sentir lo mismo. Me repugnan. Me repugno.