Por Jerome Waltimore
Los golpes de
la historia (sin mayúsculas, para quitarle Trascendencia al término), vibran
aun, no dejan de moverse. ¿Podremos sentirlos?
La tortura
milenaria, el amor antes del amor, todo continúa vibrando. Quizás en nuestras
manos, la punta de nuestros dedos, en nuestra voz, en nuestros ojos. ¿Podremos
sentirlo?
Hemos
aprendido a sentir el movimiento de las estrellas, creamos un hombre, y lo
hicimos inteligente, creamos diosecillos, creamos a Dios, y lo hicimos por
amor. Es temprana nuestra historia: seres, razón, hombre. ¿Tan corto es nuestro
recorrido?
Volar puede
ser más sencillo que caminar. Al menos más sencillo de aprender. Claro, porque
no tenemos alas… Y si creamos una alas podemos crear un gran cielo, celeste,
puro, que se extiende sobre nosotros para hacernos de ruta. Pronto ese cielo,
esa interminable explanada de vuelo libre, se convirtió en un abanico
interminable de posibilidades, y luego, en peso insoportable. Debimos recortar
ese cielo. Dotarle de un sentido, de un nombre, de un dueño. Hacerlo Verdad.
¿Y dónde se
refleja el cielo? En la tierra. Así se trazó un camino, lineal, recto,
perdiéndose en el horizonte de las infinitas posibilidades. Pero con la
seguridad de que el camino, el único, seguirá allí. ¿Y con su fulgor, no se ha
reflejado en la tierra el peso insoportable del cielo? Nos hicimos pesados, de
pronto perdimos nuestras alas, nuestra ligereza, y nos arrastramos por el
suelo. ¿Podremos transformar el peso insoportable en suelo, en tierra firme?
Nos damos cuenta de algo: tenemos pies. ¿Por
qué pesan? ¿Por qué los hacemos
pesar? Caminando como niños ciegos, sin tacto, comenzamos a caminar. No
pudiendo (¿no queriendo?) hacer del suelo tierra firme, le dibujamos unas
fronteras. El peso de las infinitas posibilidades, historia repetida. El
círculo eterno. ¿Podremos romperlo?
La tierra ya
no quiere ser escrita. Ya que estamos en esto de aprender, ¿por qué no el
viento? El viento no escribe en la arena, el viento danza con ella, se mezcla,
se divide, viene, para irse, y luego volver, siempre distinto, siempre otro.
Pero que
digo, mejor no aprendamos. Todo aprendizaje es una resta, limita, frontera.
Junto con las
alas heredamos ojos. Vista. Ojos que miran todo, y ven nada. Cuando uno vuela
necesita de buenos ojos, como el águila. Tacto, olfato, olvidados. Sólo vista y
oído: Verdad. El límite de los ojos, el límite de la oreja. Otra cosa: Mentira.
Pero perdimos
las alas. Caída libre, bruta, choque del
suelo. Desnudos, notamos algo: tenemos pies, ¿y si los echamos a andar?
Ya veremos, ya veremos…
Sólo
caminando, con los ojos cerrados y el cuerpo abierto se pude romper el círculo.
Girando, cada nueva experiencia amplía el horizonte. Todo es virgen cuando los
ojos están cerrados. Cada nueva experiencia en el espiral, rompiendo el círculo
en el espiral.
1 comentario:
La mùsica, y tambien el amor.
Pero amor y comprension no son moneda corriente, estos dìas.
Un gusto leerte otra vez.
Un abrazo.
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