lunes, 11 de junio de 2012

Demonios


¿Qué es esa voz? ¿De dónde proviene? ¿Quién susurra así, casi en secreto, casi jugando? ¿Se trata acaso de eso, es algún demonio danzando sobre mí? Malditas criaturas, ¿qué ocultan tras mis espaldas? Ya veo, sólo saben andar así, como cacos en la noche. Para ustedes hicieron la noche, su sol es las tinieblas. ¡Oh, diablillos!, ¿creen que no puedo oír sus risas? Se vanaglorian de sus mentiras. ¡Sí, eso: sus risas son mentiras! ¿Qué como lo sé? Es algo que se sabe: la verdad no ríe. Ni anda con diablillos, ¡eso se los aseguro!
Puedo oír sus risas, y sus resoplidos. ¡También respiran! ¡Váyanse! ¡Váyanse de aquí, este no es su mundo! Por eso no los veo, por eso son fantasmas. Fantasmas y mentira. ¿A quiénes les han robado las voces, a quién arrancaron sus gemidos? Almas en pena… no me asustan. ¡Así es: no me asustan! Sólo son pequeños demonios, no pueden hacerme nada. No pueden hacer nada a nadie, porque no existen, mentirillas viajantes.
¿Que cambie de máscara? ¿Quién ha dicho que tengo una máscara? Los hombres sinceros no necesitamos máscaras, eso déjenlo para ustedes, animales de feria. ¡Monstruos de circo! Máscaras… ¿yo? Ya quisieran ustedes, perversas alimañas. ¡Miren mi rostro!, nada hay tras él. Miren mi andar, es recto, no como ustedes, monstruos zigzagueantes. Ya quisieran, ya quisieran…
¿Y cantan? Bailan y cantan. Poetas, mentirosos, da igual: no existen. Sombras son, buscan cuerpos para seguir, sombras y máscaras. Ríen como niños. Pues bien, he aquí mi verdad: los niños sólo mienten, por eso nadie los oye. ¿Quieren ser vistos? Entonces, dejen de vagar alados, vuelvan al suelo, si es que alguna vez fueron polvo. Dejen las risas, ¿acaso son bufones? Abandonen sus máscaras. Los hombres solo podemos ver los rostros, y cuantos más feos, mejor. Es lo que llamamos buenos modales. ¿También van disfrazados? ¡Oh, rufianes! Quítense esos disfraces de mil demonios, es preferible aun ir desnudos. Muestren sus cicatrices. Y avergüéncense de ellas: cada una cuenta una historia. Las historias son marcas, marcan nuestros errores, para que no los olvidemos. Como un soldado en la batalla aprende del dolor.
¿Quieren ser libres? Pues elijan una pequeña culpa. Vayan al mercado y consigan una buena condena, antes de que se agoten. La libertad sólo se dibuja por terrenos cenagosos. Una huella borra a la otra, y todas suman algo: nada.
Demonios, son como niños. Los oigo que se alejan. Los oigo burlarse. ¡Váyanse! ¡Y no vuelvan! Sus risas son mal. Chiquillos traviesos, se alejan de mí. ¡Váyanse! ¡Y no vuelvan! Después de todo: ¿que son las risas para un viejo como yo?

1 comentario:

El Gaucho Santillán dijo...

A veces, el tiempo nos pone amargos.


De lo contrario,serìamos dementes, o insensibles.

Un abrazo.