¿Qué es esa voz? ¿De dónde
proviene? ¿Quién susurra así, casi en secreto, casi jugando? ¿Se trata acaso de
eso, es algún demonio danzando sobre mí? Malditas criaturas, ¿qué ocultan tras
mis espaldas? Ya veo, sólo saben andar así, como cacos en la noche. Para
ustedes hicieron la noche, su sol es las tinieblas. ¡Oh, diablillos!, ¿creen
que no puedo oír sus risas? Se vanaglorian de sus mentiras. ¡Sí, eso: sus risas
son mentiras! ¿Qué como lo sé? Es algo que se
sabe: la verdad no ríe. Ni anda con diablillos, ¡eso se los aseguro!
Puedo oír sus risas, y sus resoplidos.
¡También respiran! ¡Váyanse! ¡Váyanse de aquí, este no es su mundo! Por eso no
los veo, por eso son fantasmas. Fantasmas y mentira. ¿A quiénes les han robado
las voces, a quién arrancaron sus gemidos? Almas en pena… no me asustan. ¡Así
es: no me asustan! Sólo son pequeños demonios, no pueden hacerme nada. No
pueden hacer nada a nadie, porque no existen, mentirillas viajantes.
¿Que cambie de máscara? ¿Quién ha
dicho que tengo una máscara? Los hombres sinceros no necesitamos máscaras, eso
déjenlo para ustedes, animales de feria. ¡Monstruos de circo! Máscaras… ¿yo? Ya
quisieran ustedes, perversas alimañas. ¡Miren mi rostro!, nada hay tras él.
Miren mi andar, es recto, no como ustedes, monstruos zigzagueantes. Ya
quisieran, ya quisieran…
¿Y cantan? Bailan y cantan.
Poetas, mentirosos, da igual: no existen. Sombras son, buscan cuerpos para
seguir, sombras y máscaras. Ríen como niños. Pues bien, he aquí mi verdad: los
niños sólo mienten, por eso nadie los oye. ¿Quieren ser vistos? Entonces, dejen
de vagar alados, vuelvan al suelo, si es que alguna vez fueron polvo. Dejen las
risas, ¿acaso son bufones? Abandonen sus máscaras. Los hombres solo podemos ver
los rostros, y cuantos más feos, mejor. Es lo que llamamos buenos modales. ¿También
van disfrazados? ¡Oh, rufianes! Quítense esos disfraces de mil demonios, es
preferible aun ir desnudos. Muestren sus cicatrices. Y avergüéncense de ellas:
cada una cuenta una historia. Las historias son marcas, marcan nuestros
errores, para que no los olvidemos. Como un soldado en la batalla aprende del
dolor.
¿Quieren ser libres? Pues elijan
una pequeña culpa. Vayan al mercado y consigan una buena condena, antes de que
se agoten. La libertad sólo se dibuja por terrenos cenagosos. Una huella borra
a la otra, y todas suman algo: nada.
Demonios, son como niños. Los
oigo que se alejan. Los oigo burlarse. ¡Váyanse! ¡Y no vuelvan! Sus risas son
mal. Chiquillos traviesos, se alejan de mí. ¡Váyanse! ¡Y no vuelvan! Después de
todo: ¿que son las risas para un viejo como yo?
1 comentario:
A veces, el tiempo nos pone amargos.
De lo contrario,serìamos dementes, o insensibles.
Un abrazo.
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