Lo primero que ves detrás del cristal no pueden ser reflejos de los días que pasaron. Tras las puertas de todo aquello que soñamos se esconde un sonido, una progresión que intentamos descifrar. ¿Terminará alguna vez este desfile de animales disfrazados de dioses? Somos lo bastante sencillos como para dejarnos llevar por la opereta, pero complejos como demonios. Así olvidamos que somos espectadores en un cohete que nunca partió, pero que no cesa de avanzar, y de volver.
Se avecina algo nuevo, algo que fue dibujado como las olas en el mar. Una nueva generación de niños sentirá el calor, mezclado con suaves brisas de litoral. Nos enseñarán a palpar la luz solar, y beber de la luna. ¿Cuando se cansarán de la libertad? Cuando hablar sea una elección, y no una necesidad. Es tiempo de atraparnos unos a otros. Es tiempo de atrapar el tiempo.
Aceptémoslo. Somos menos que bestias, cuando se trata de vivir. Asusta, saber que el aire está repleto, y las sombras se disfrazan, para dejar de seguirnos. Asustan las palabras, que viajan más rápido que la saliva.
Lo sublime es hacer todo con nada.
Estremecidos, queremos vivir. Delante y detrás del cristal.
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